Una pésima decisión de Ada Colau
Además de alimentar la polarización, al romper el hermanamiento con Tel Aviv lo que la alcadesa de Barcelona se ha cargado es un acuerdo que también incluye a Gaza y sus habitantes
Primero, miremos las formas, cómo se ha hecho el despropósito. El tema de revocar (o no) el Convenio que en 1998 firmó el entonces Alcalde Joan Clos entre Barcelona, Gaza y Tel Aviv , y que han respetado todos los alcaldes posteriores de nuestra ciudad, iba en el orden del día del pleno municipal del miércoles 8 de febrero. Según avanza la reunión, la Sra. Colau quita dicho punto del orden del día, para, por sorpresa, al final suspender “temporalmente” por decreto (en uso de sus facultades, me dicen) las relaciones de Barcelona con el Estado de Israel y todas sus instituciones públicas. Por cierto, que esto de “suspender temporalmente” alguna cosa recuerda al Sr. Puigdemont declarando la independencia de Cataluña para suspenderla “temporalmente” al cabo de unos ocho segundos. También se ha cubierto de oprobio el Síndic de Greuges de la ciudad, Sr. David Bondía, dando cobertura a tal balagan (follón, desbarajuste, en hebreo). Ah si el ridículo matase….
Al final, esta cadena de desvaríos está ayudando a desplazar el eje del debate a Barcelona y Cataluña: por un lado los grupos “propalestinos”, muchos y variados, pero cuya representatividad real desconozco, porque el mundo de las ONG es una caja de sorpresas, frente a o contra grupos o personas “proisraelíes” cuya dimensión es limitada en número pero con considerable arraigo social entre nosotros. Una polarización que es lo que algunos o varios del primer y del segundo grupo están encantados de tener a su alcance.
Luego el contenido. Lo que la Sra. Colau se ha cargado, sin pasar por el pleno municipal (pobre democracia deliberativa en sede institucional) es un acuerdo que incluye no solo a Barcelona y Tel Aviv , sino a la ciudad de Gaza y sus habitantes, algo que nadie menciona, salvo genéricas alusiones a los derechos humanos de los palestinos vulnerados (cierto). Un activista (de aquí) decía hace unos días (por email) que sabía de fuentes fiables que esta ruptura de relaciones “provocaría una “crisis de país” en Israel. Basta con seguir este conflicto con regularidad para ver que esta afirmación es un caso de estudio de eso que se llama disociación cognitiva: en Israel, su clase política, su población judía (la población árabe israelí es otra cuestión) y la mayoría de medios de comunicación, simplemente pasan del todo de esta supuesta “crisis de país”. Excepto los cuatro muy meritorios ciudadanos judíos que se han llevado las manos a la cabeza con esta “valiente decisión” de la Sra. Colau. Debo citar aquí, sobre todo, al amigo Meir Margalit, o a Gershon Bashkin, muy valientes, y otros que prefiero no citar porque, efectivamente en Israel, a veces una carrera académica tiene tropiezos por no estar en el “pensamiento correcto”. La última vez que estuve en Tel Aviv, hace unos cuatro años, estuve con tres de ellos, y uno, muy indignado, afirmaba “es que este Gobierno nos quiere obligar a ser patriotas, y yo soy otra cosa, de hecho sigo siendo internacionalista”. Daba para un debate interesante y lo fue, aunque corto (una tarde).
Luego llegan los matices, claro, esta “suspensión temporal” no va contra los ciudadanos de a pie, tanto israelíes como palestinos, con lo que se seguirá colaborando dice la Sra. Colau. Vamos a seguir esto con atención, a la espera de que la Sra. Colau suspenda los varios acuerdos de la ciudad de Barcelona con ciudades de países cuyos regímenes vulneran derechos humanos a gran escala. Por ejemplo Shangai o Shenzen, o la bellísima Isfahan.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.