_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Aprender paciencia

Yo tengo esta virtud por una conquista del carácter, un complemento de la cortesía y un atributo indispensable para el ejercicio provechoso del talento

Alumnos de 6º de primaria de un centro público de Madrid.
Alumnos de 6º de primaria de un centro público de Madrid.SAMUEL SÁNCHEZ

Me fue ajena la niñez del que parece haber venido al mundo con paciencia ingénita. En el aula, miraba con admiración al condiscípulo inclinado durante largo rato sobre el difícil problema aritmético. Y me maravillaba del otro al que le había bastado una tarde para aprender la canción esproncediana del pirata; no tanto porque se la supiera como por la capacidad de anteponer la obligación tediosa a las tentaciones lúdicas provenientes de la calle. ¿Cómo lo harán?, me preguntaba. Iniciada una tarea, pronto me sacaba de mí una desazón que hoy atribuyo a niveles inadecuados de azúcar en la sangre, pero también a la falta de hábito en el trabajo metódico, prolongado, silencioso.

Lejos estaban de reprimir mi condición de bullebulle las bofetadas presuntamente didácticas del profesor de turno. Docentes benévolos me recomendaban la lectura por considerarla actividad incentivadora del sosiego; pero, a mi parecer, la lectura representaba una meta y yo necesitaba un camino. Comprobé que para el vaciado de la inquietud el ajedrez es mala solución. ¡Qué cosa más frenética evitar sentado y en silencio una derrota! En algún lance de la partida, la impaciencia me inducía al fallo garrafal, y este, a la sensación rencorosa de haberme esforzado para nada, para que quien se marchase satisfecho a su casa fuera mi rival.

Dicen que la paciencia es un arte. Yo la tengo, además, por una conquista del carácter, un complemento de la cortesía y un atributo indispensable para el ejercicio provechoso del talento. Graduarse en paciencia requiere paciencia, a menos que uno la traiga en abundancia del útero materno. No poca de la que junté en años de mocedad se la debo al influjo educativo de la pesca con caña. ¡La de horas que habré pasado con la mirada fija en el corcho que flotaba allá abajo, en las aguas revueltas que lo remecían sin descanso!

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_