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TRIBUNA
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China tras la política de covid cero

En la disyuntiva de restaurar el crecimiento económico o mantener unas medidas impopulares, ha ganado la opción del crecimiento

Covid China
Ciudadanos chinos, este martes en Shanghái.ALY SONG (REUTERS)

La capacidad de China para ejecutar políticas de gran calado siempre impresiona, y el giro de 180 grados en la estrategia de covid cero que había estado aplicando de manera casi religiosa durante casi tres años no es una excepción. Prácticamente de la noche a la mañana, el Gobierno ha empezado a desmantelar los antes omnipresentes centros de pruebas de covid-19. Los medios estatales han empezado a recalcar que los síntomas de la variante ómicron son muy leves. Los residentes de muchas ciudades han quedado repentinamente liberados del confinamiento; los habitantes de Guangzhou, por ejemplo, ahora pueden pasar de la cuarentena domiciliaria a un bar de karaoke en menos de dos horas.

La era poscovid ha llegado a China. ¿Y ahora qué?

A medida que las drásticas normas de cuarentena empiecen a ser cosa del pasado, los chinos podrán reanudar algo parecido a su vida anterior a la pandemia. Regresarán a sus oficinas, irán de compras a los grandes almacenes, cenarán en restaurantes y visitarán parques y templos, todo sin someterse diariamente a las pruebas de covid y sin el temor a tener que pasar una estancia obligatoria en un centro de cuarentena.

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Pero China no puede despedirse de la pandemia así como así. La tasa de vacunación sigue siendo baja, sobre todo entre los ancianos, ya que apenas el 40% de los mayores de 80 años han recibido tres dosis (incluida una de refuerzo). Y la capacidad hospitalaria de China, con 3,4 camas de UCI por cada 100.000 personas, se mantiene muy por debajo de los niveles de los países desarrollados. El Reino Unido tiene tres veces más; Estados Unidos 7,5 veces más, y Alemania 10 veces más.

Esto implica que cabe esperar un fuerte repunte de las infecciones y las muertes, y que el sistema sanitario soportará una presión cada vez mayor. Aunque es evidente que el desafío es serio, China tendrá que afrontarlo si quiere reintegrarse en el mundo posterior a la covid. Mejor reventar el grano ahora que dejarle supurar.

No obstante, reventarlo será doloroso, sobre todo teniendo en cuenta las profundas reservas de muchos chinos hacia las vacunas y los medicamentos occidentales, y supondrá una difícil prueba política para el Gobierno y el Partido Comunista de China (PCCh) en el poder. La situación actual tiene la ventaja de que el Gobierno puede alegar que está cumpliendo la voluntad popular. En realidad, las protestas que han estallado en las ciudades chinas a lo largo de las últimas semanas pueden haber dado al Gobierno justo la excusa que necesitaba, o incluso buscaba, para desechar una política cuyo éxito había promocionado demasiado bien (al menos en el plano nacional) durante demasiado tiempo.

A principios de 2020, los agresivos confinamientos de China sirvieron para controlar de manera eficaz la covid-19, con lo que se ganó tiempo para que el resto del mundo aplicara políticas igualmente firmes y frenara la expansión del virus. Por desgracia, el mundo dejó escapar la oportunidad. De este modo, en 2020 y 2021, los países sufrieron una ola tras otra de brotes provocados por diferentes variantes del virus. Mientras el número de muertos aumentaba en otros lugares, China, gracias a la estrategia de covid cero, vivía sin el virus.

En estas llegó ómicron. pero generalmente con síntomas más leves, deberían haber llevado a China a adaptar su planteamiento. Pero ¿lo aceptaría la opinión pública china? Abandonar la estrategia de covid cero sería difícil de justificar ante todas las personas que, alentadas por un Gobierno en el que confiaban, se han pasado años creyendo que la covid puede ser mortal, y que la decisión de Occidente de buscar la inmunidad de rebaño evidenciaba un desprecio mezquino por la vida de las personas y la humanidad. También resultaría difícil explicárselo a todos los miembros del PCCh que han trabajado incansablemente para defender al partido y sus políticas.

Sí, ómicron era diferente. Pero en un país que da tanta importancia a guardar las apariencias, el Gobierno necesitaba algo más. Las protestas contra el confinamiento, nutridas por un cúmulo de profundas frustraciones, se lo proporcionaron. El número de contagios subirá y el sistema sanitario se verá muy presionado, pero se ha escuchado la voz del pueblo.

Esto no significa que el Gobierno chino vaya a aceptar de buen grado más protestas. Al contrario, intervendrá con firmeza para apretar las clavijas. Las autoridades ya han prohibido muchas plataformas de redes sociales por temor a que puedan propiciar levantamientos como los que recorrieron el mundo árabe hace una década. El hecho de que los ciudadanos lograsen a pesar de ello organizar protestas en muchas ciudades indica que se implantarán controles aún más estrictos en las redes sociales.

En el vigésimo congreso del PCCh en octubre se recalcó que “el desarrollo es la máxima prioridad del partido a la hora de gobernar y rejuvenecer China”. Pero la economía se estanca. El PIB chino creció apenas un 3% en los tres primeros trimestres de este año, el nivel más bajo (sin contar 2020, el primer año de la pandemia) desde que Deng Xiaoping lanzó la iniciativa de Reforma y Apertura hace más de 40 años.

Los motores del crecimiento chino también han cambiado. En 2019, el consumo privado fue el factor que más contribuyó al crecimiento del país, y las exportaciones se redujeron. Ahora, el crecimiento del consumo privado registra una tendencia negativa, especialmente por el golpe que los confinamientos han supuesto tanto para los ingresos como para la confianza de los consumidores.

Cuando el Gobierno tiene potestad para ordenar el confinamiento de toda una ciudad en cualquier momento, los fabricantes no pueden operar ni planificar como es debido. Los beneficios de las empresas industriales de mayor tamaño cayeron un 3% en el período de enero a octubre de este año en comparación con el año anterior. En Pekín, se desplomaron un 43,6%. La economía de China se desliza por un precipicio.

Los dirigentes chinos son muy conscientes de que una economía estancada hará que se tambalee la confianza de los ciudadanos en el Gobierno y mermará la legitimidad del PCCh. Por tanto, ante la disyuntiva de restaurar el crecimiento económico o mantener la ahora impopular política de covid cero, gana la opción del crecimiento. La buena noticia es que, dada su alta eficacia de ejecución, la economía china quizá pueda recuperarse a un ritmo sorprendentemente rápido.


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