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TRIBUNA
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Los regresos de Lula

Bolsonaro ha sido derrotado en las urnas, pero es innegable que culturalmente no. Contra él y lo que significa, tendrá que dar el ganador de los comicios una de sus principales batallas

Simpatizantes de Lula celebran en São Paulo su triunfo.
Simpatizantes de Lula celebran en São Paulo su triunfo.Sebastiao Moreira (EFE)

Como apuntaban las últimas encuestas, Lula da Silva se ha impuesto en la segunda vuelta por un 50,9% frente al 49,1% de Jair Bolsonaro. El 1 de enero de 2023, asumirá su tercer mandato como presidente de Brasil. Lula regresa, pero no es el mismo. Luego de hacer historia en 2002 y gobernar durante dos periodos seguidos con resultados muy importantes en ámbitos tan variados como la lucha contra la pobreza y el hambre o el posicionamiento internacional de Brasil como un actor de primer orden en el campo internacional, Lula asistió a los duros reveses judiciales y políticos que fue encajando su organización política, el Partido de los Trabajadores (PT), al golpe parlamentario contra su sucesora Dilma Rousseff, a la prohibición judicial de que asumiera como ministro de ella para intentar frenar la operación de derrumbe y finalmente a un proceso judicial viciado, pero que lo envió a la cárcel durante 19 meses y lo expulsó entonces de la carrera presidencial, siendo el favorito en las encuestas, para la contienda electoral de 2018.

Cuando Lula salió de la cárcel y sus verdugos judiciales y políticos fueron cayendo en desgracia, el armazón jurídico que obstaculizaba su candidatura para las elecciones de 2022 se fue derrumbando. Pero el Brasil al cual regresaba Lula tampoco era el mismo: el mayor beneficiado de la persecución judicial contra Lula fue Jair Bolsonaro, quien vio cómo el juez Sergio Moro, a quien luego premió con el Ministerio de Justicia, le despejaba el camino de las urnas hace cuatro años. Sin embargo, Bolsonaro no es una anomalía; es un nombre propio que representa mejor que nadie algunas de las ideas reaccionarias con un predicamento muy fuerte en el país; el 49% obtenido en las elecciones, o su fuerza parlamentaria y territorial, así lo evidencia. Contra él y lo que significa, Lula tendrá que dar una de sus principales batallas: Bolsonaro ha sido derrotado electoralmente, pero es innegable que culturalmente no. La resolución favorable de esta disputa tendrá consecuencias positivas no solo para la democracia brasileña, sino a nivel internacional ya que Bolsonaro es uno de los referentes mundiales de la ultraderecha.

Lula da Silva habla a sus seguidores tras conocer su triunfo, esta madrugadaFoto: Sebastião Moreira / EFE | Vídeo: reuters

Por último, el Brasil de Lula regresa a América Latina, pero, aunque una primera mirada al signo ideológico de la mayoría de los gobiernos de la región pudiera hacer pensar que estamos ante un vecindario casi idéntico al de inicios de siglo —el peronismo gobierna Argentina; el Movimiento al Socialismo dirige Bolivia—, la región ha cambiado sustancialmente. Si bien es cierto que son muchos los gobiernos de izquierda, aún resulta aventurado hablar de manera rotunda de un segundo ciclo progresista en la región: la composición inestable de la mayoría de las coaliciones de los gobiernos; la fortaleza parlamentaria o social de las derechas, a veces en versiones radicales como el propio Brasil; la relativa debilidad de “la calle movilizada progresista”; la situación de la economía o el estado lamentable de los órganos e iniciativas de integración regional obligan a la prudencia. Por el peso de Brasil y por la vocación de integración de Lula, su Gobierno puede ser decisivo al decantar la balanza y lograr que la región pase de experimentar un acumulado de sucesivas victorias electorales de la izquierda a algo que tenga mas condiciones de denominarse un nuevo ciclo. Este reto será tan complejo y trascendental para la democracia en la región como el de desmontar la fortaleza de lo que representa Bolsonaro.

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