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José Antonio Ocampo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cuando se vaya Ocampo

El Ministro de Hacienda colombiano generó confianza y tranquilidad cuando llegó al gobierno. ¿Que pasará cuando se vaya? ¿No habrá quién ponga freno a los discursos de nuestros ministros-activistas?

José Antonio Ocampo
Jose Antonio Ocampo, Ministro de Hacienda de Colombia.Nathalia Angarita (Bloomberg)

Cuando José Antonio Ocampo llegó al gobierno de Gustavo Petro todos sabíamos que con él iba a pasar lo mismo que se da con ciertos jugadores de fútbol: estaría en la nómina titular del equipo, pero en calidad de préstamo. Su permanencia en el plantel no estaría garantizada durante todo el tiempo de juego o los cuatro largos años del periodo presidencial, sino que Ocampo y sus verdaderas pasiones, que son la academia y la investigación, terminarían por definir cual sería la duración de la presencia del afamado economista en la cancha jugando con la camiseta del equipo Petro.

Hay que decirlo: ese tiempo se agota. Y eso que apenas llevamos dos meses y medio del gobierno Petro, lo en tiempos de un partido de fútbol vendrían siendo los primeros cinco minutos.

Si Ocampo llega hasta diciembre, como apuntan muchos, se terminaría retirando del juego en el minuto 8 de los 90 que dura el tiempo reglamentario. ¿Qué pasará durante los 82 minutos restantes? ¿Qué pasará en los años que quedan con el presidente Petro llevando las riendas del país?

Mirando hacia atrás, cuando Petro aún estaba en campaña a la presidencia, el anuncio de que soñaba con que José Antonio Ocampo fuera el ministro de hacienda fue recibido con júbilo. Economistas, inversionistas, empresarios y políticos aplaudieron una decisión que parecía dejar sin piso a aquellos que anunciaban la llegada de un cataclismo económico si el candidato de la Colombia Humana resultaba electo. Ocampo parecía la mejor elección que podía hacer el director técnico y así fue.

Hoy Ocampo juega y lo hace bien. Para muchos es el mejor jugador del equipo, pero con un gran problema: muchos de los demás integrantes de esa selección no juegan a lo mismo que él. Mientras que Ocampo piensa en moverse por el centro, mantener buena defensa, sin abandonar el ataque; otros prefieren lanzarse en solitario al ataque por la izquierda dejando al equipo y al país fuera del lugar.

Las cifras no mienten: la economía del país no pasa por un buen momento. Y por más que se señale al clima global como corresponsable de la situación, hay elementos del juego propio que están afectando el desempeño de la economía. Eso lo sabe Ocampo. Eso quieren negar los otros jugadores, aunque la evidencia es clara y la goleada la estamos sufriendo todos en nuestros bolsillos.

Solo falta el gol para que Ocampo se vaya. Eso espera él. Una anotación que llegará cuando el Congreso le dé luz verde a la reforma tributaria que diseñó para garantizar sostén económico para el país. Una vez llegue ese momento, Ocampo se quitará el uniforme y abandonará la cancha. Petro convocará a alguien más, pero ya no sabemos si sea de ese mismo talante que busca generar confianza y tranquilidad.

Si Colombia con Ocampo la está pasando mal, a pesar de su prudencia, sus esfuerzos por contener la verborrea de sus compañeros y su cauta forma de llamarles la atención, ¿Cómo nos irá sin Ocampo? ¿No habrá quién ponga freno a los discursos de nuestros ministros-activistas?

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