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José Antonio Ocampo, la carta de Petro contra el miedo

El futuro ministro de Hacienda es un académico con experiencia en varios organismos internacionales que deberá enfrentar una alta inflación, un enorme déficit fiscal, y las expectativas de cambio

El presidente electo de Colombia, Gustavo Petro, y el futuro ministro de Hacienda, Jose Antonio Ocampo, el 30 dejunio de 2022.
El presidente electo de Colombia, Gustavo Petro, y el futuro ministro de Hacienda, Jose Antonio Ocampo, el 30 dejunio de 2022.rrss
Camila Osorio

Pocas personas en el mundo tienen las credenciales de José Antonio Ocampo, elegido este miércoles como el nuevo ministro de Hacienda por el presidente electo Gustavo Petro. Ocampo, un caleño de 69 años, ha sido secretario ejecutivo de la Cepal (organismo de Naciones Unidas para el desarrollo de América Latina y el Caribe), secretario adjunto de la ONU para Asuntos Económicos, investigador que ha trabajado con el Nobel Joseph Stiglitz, y profesor en las universidades más prestigiosas del mundo (Cambridge, Yale, Oxford, Columbia). En Colombia ya fue ministro de Hacienda, durante el Gobierno del liberal Ernesto Samper, a mitad de los años noventa, en medio de una de las peores crisis políticas del país. Y en 2012 llegó a estar en la terna final para dirigir el Banco Mundial. Si Gustavo Petro quería darle una señal de calma a los mercados, Ocampo estaba entre sus mejores cartas.

“Me parece que fue una escogencia muy acertada, Ocampo es un tipo cargado de experiencia, de investigaciones, de un conocimiento muy grande del país y de la economía internacional”, dice a EL PAÍS el profesor en economía Salomón Kalmanovitz, quien fue codirector del Banco de la República varios años. “Cuando fue Ministro, a Ocampo le tocó un momento muy difícil, porque había un Gobierno muy desprestigiado y una crisis en el mercado de crédito, y creo que lo sobreaguó muy bien en ese momento. Ahora le va a tocar otro momento muy duro porque el Gobierno de Iván Duque deja ‘la olla raspada’: un déficit monstruoso, el más alto en la historia del país, y a Ocampo le va a tocar hacer un ajuste monumental desde el primer año de Gobierno”.

José Antonio Ocampo, explica el profesor Kalmanovitz, “es un neoestructuralista. Viene de la teoría de la CEPAL, del keynesianismo que influyó mucho sobre la orientación de los estudios de economía en América Latina”. En pocas palabras, la visión de Ocampo no es una completamente proteccionista de la economía —que hablaba de sustitución de importaciones y cerrar los mercados. Pero tiene una visión que, ante economías abiertas, buscar crear mecanismos de protección para que el país no esté tan vulnerable ante la volatilidad de los mercados de capital, y que no deje de fomentar la innovación para diversificar la economía (que no dependa solo de las exportaciones del petróleo, por ejemplo). Es una visión que desconfía de la capacidad autorregulatoria del mercado, sin dejar de participar activamente en este.

“Latinoamérica tiene que reinventarse para su desarrollo”, decía Ocampo a este diario en agosto del 2020. Desde hace varios años este economista también habla de despolitizar la integración económica —en organismos como Mercosur, por ejemplo. Promueve robustecer una integración del comercio internacional entre los países de América Latina sin que se derrumbe la alianza cuando suban unos gobiernos de izquierda o de derecha. “Podemos venderle a nuestros propios mercados”, añadió Ocampo entonces.

De acuerdo a José Antonio Alonso, profesor de Economía en la Universidad Complutense de Madrid y quien ha trabajado desde hace casi 30 años con Ocampo, el nuevo Ministro de Hacienda “es una de las pocas personas que tiene la economía internacional en la cabeza”. Al trabajar con varios organismos internacionales, y ser un respetado académico, tiene el potencial de ser un importante interlocutor para Colombia ante organismos como el FMI o el Banco Mundial. “Un ministro de Economía necesita mucha capacidad de interlocución con actores relevantes, y aunque Colombia es un actor relevante en América Latina, a nivel global son otros los actores”, explica Alonso. “Por suerte, Ocampo es muy conocido en esos foros —Naciones Unidas, el FMI, el Banco Mundial— y eso le da esa gran capacidad de interlocución”. Como ejemplo, Alonso explica que el jefe de Gobierno de Italia, Mario Draghi, ha tenido una mayor capacidad de interlocución comparado con otros gobiernos por haber sido, durante casi una década, presidente del Banco Central Europeo.

“La clave, para mí, es cómo Ocampo va a manejar una triada”, añade Alonso. “Por una parte debe compensar el déficit social acumulado —en términos de desigualdades y niveles de bienestar de las poblaciones más vulnerables. Por otra parte, debe avanzar también en una transformación productiva, en una economía que debe descarbonizarse progresivamente y hacer una transición hacia la digitalización. Y tercero, cómo hacer esas dos tareas preservando equilibrios macroeconómicos. Yo creo que Ocampo lo tiene claro, por la experiencia de América Latina en periodos anteriores, y ha sido siempre claro en que la estabilidad no garantiza el desarrollo, pero no hay desarrollo sin un cierto grado de estabilidad”.

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Al igual que Petro y el presidente chileno Gabriel Boric, José Antonio Ocampo se alinea con una visión de la economía que debe ser más responsable ambientalmente y menos dependiente de los hidrocarburos, si bien no habla de frenar la explotación en un futuro cercano. “No hay que desligarse de los recursos naturales totalmente, porque nosotros somos una región muy rica en recursos naturales. Lo que hay que ver es cómo usar las oportunidades”, contó a EL PAÍS. “Los metales como el cobre y el litio, por ejemplo, son importantes para las nuevas tecnologías y abundan en varios países sudamericanos”.

Pero el primer gran reto de Ocampo será la ambiciosa reforma tributaria que prometió Gustavo Petro en campaña. “La gran disparidad es en el impuesto de renta a las personas naturales, donde en el país se paga el 1,2 % del PIB contra 8,1 % en la OCDE”, explicaba Ocampo en un artículo reciente en el diario El Espectador. “El problema principal es la tributación efectiva de las rentas y ganancias de capital, por lo cual la tasa efectiva de tributación tiende a disminuir para el 5 % y aún más en el 1 % más rico de la población.” Ocampo hablaba de reducir o eliminar beneficios tributarios a personas jurídicas, restablecer un impuesto al patrimonio para las personas naturales, y elevar impuestos a las empresas con altas emisiones de carbono.

En la política colombiana Ocampo ha estado más cercano al sector de izquierda dentro del partido liberal. Saltó al Gobierno central en la presidencia de César Gaviria (1990-1994) como el ministro de Desarrollo Económico, pero en ese entonces se enfrentó allí con varios economistas que defendían una apertura al mercado mucho más rápida mientras que Ocampo defendía una más gradual. En el siguiente Gobierno, del liberal Ernesto Samper (1994-1998), Ocampo fue su ministro de Hacienda a pesar de que uno de sus antiguos aliados, Guillermo Perry, renunció cuando estalló el escándalo que señalaba a Samper de recibir dinero del narcotráfico para su campaña a la presidencia.

Catalina Quevedo, decana de economía en la Universidad Externado, reconoce como uno de los logros en ese cuatrenio el control de la inflación en el país y mantener un crecimiento económico por encima de la región. Cuenta además que en el gobierno de Samper “había un alto enduedamiento del país, y controlar ese endeudamiento se volvió un objetivo de la política macroeconómica”. El FMI había impuesto fuertes lineamientos al control de la deuda en varios países, y uno de los trabajos de Ocampo fue dar respuesta a esos requerimientos internacionales. “En temas de endeudamiento, de control de reevaluación de la moneda, hubo un esfuerzo grande y fue satisfactorio para el país y la señal que se envió a los entes multilaterales que tenían tanta presión sobre el gobierno”, añade Quevedo.

Ocampo y el Gobierno Samper mantuvieron la apertura económica de Gaviria pero al mismo tiempo intentaban aumentar el gasto social. Samper había aprobado un Plan Nacional de Desarrollo llamado ‘El Salto Social’, que le dió prioridad a una mayor inversión en programas sociales e infraestructura. “El intento de combinar una economía más liberal con una política social muy activa no ha sido una tarea fácil”, escribió Ocampo en 1998, cuando ya había terminado el gobierno de Samper. Añade en su texto que no fue posible entonces aumentar suficientemente el recaudo fiscal en el cuatrienio para mantener la inversión que querían para el sector público. Dos décadas después, ante una crisis económica distinta pero igualmente compleja, José Antonio Ocampo tiene una segunda oportunidad.

Por ahora, ante el nerviosismo que generaba el programa económico de Petro, el sector empresarial ha celebrado la decisión de poner a Ocampo a cargo del Ministro de Hacienda. “Es una persona seria, una persona que inspira confianza”, dijo el presidente de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia, o Andi, Bruce Mac Master. “La designación de José Antonio Ocampo brinda confianza sobre el carácter técnico y ponderado que tendrá la política macroeconómica del Gobierno”, dijo Hernando José Gómez, presidente de Asobancaria, gremio que reúne al sector financiero. Al igual que lo hizo el chileno Gabriel Boric cuando nombró al renombrado economista Mario Marcel, Petro encontró en Ocampo la carta para calmar a los empresarios.

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.

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