El reto de Europa es subsistir, “y digo subsistir”
Josep Borrell defiende en Madrid que los cambios que ha producido en la guerra en Ucrania obligan a la Unión a reinventarse para seguir defendiendo sus valores
El avance del ejército de Ucrania en la provincia de Járkov, donde recuperó cerca de 8.000 kilómetros cuadrados hace un mes, mostró que también puede ser capaz de construir ofensivas en profundidad. Y con eso, ha llevado a la guerra a una fase diferente. Moscú respondió con una movilización parcial, convocando a 300.000 reservistas, y poco después puso en marcha una tromba de bombardeos para dañar infraestructuras sensibles y para golpear y aterrorizar a la población civil. El estallido de un camión el sábado pasado en el puente de Kerch, que une Rusia con Crimea, fue una llamarada simbólica para subrayar que Kiev tiene capacidad de hacer daño. Este miércoles, la Asamblea General de Naciones Unidas rechazó la mascarada que organizó el Kremlin en septiembre para anexionarse Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporiyia: 143 países votaron a favor de la moción contra los referendos “coercitivos” de Moscú y para reafirmar la independencia e integridad territorial de Ucrania dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas. China fue uno de los 30 países que se abstuvieron, y solo Bielorrusia, Nicaragua, Corea del Norte y Siria bendijeron la iniciativa rusa. La guerra sigue ahí, impertérrita, y sus sacudidas afectan a todo el mundo. Fíjense en dos colas, dijo el martes Josep Borrell en Madrid, una en la frontera con Georgia, donde decenas de miles de ciudadanos rusos procuran abandonar su país; otra en el mar Negro, allí son cientos los cargueros que están detenidos por las inspecciones de Moscú mientras el grano que transportan empieza a estropearse e igual no llega nunca a su destino.
El alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea dio una conferencia en la Fundación Carlos de Amberes, donde estuvo arropado por Javier Solana, ex secretario general de la OTAN, y fue presentado por el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, y el ex primer ministro italiano Enrico Letta. El tono de la intervención de Borrell fue el del mensajero que viene a contar desde la sala de mandos de Bruselas que el mundo ha cambiado, que existe una brutal deriva autoritaria y populista. Que Europa corre peligro y tiene que reinventarse. Conseguimos construir “un jardín”, explicó, pero estamos rodeados de la jungla, y no queda otra que defender los valores en los que creemos. El acto se inició con la Oda a la alegría; fue un violinista el que tocó la música de Beethoven, así que no se escucharon las palabras del poema de Schiller que están en el corazón del himno de Europa. “Quien haya tenido la dicha / de poder contar con un amigo, / quien haya logrado conquistar a una mujer amada, / que su júbilo se una al nuestro”. La amistad, el amor y la alegría: Europa construyó un espacio donde la solidez institucional, el “dulce” comercio y la defensa de los derechos humanos los hicieron viables.
Es eso lo que ahora está amenazado. Rusia, de la mano de un líder autoritario como Vladímir Putin, invadió Ucrania. Y Ucrania pidió ayuda contra el matón. Y Europa se la está dando. Borrell dijo, sin el menor asomo de dramatismo, solo como una indicación para quienes quieran hacerse cargo, que Europa tiene que subsistir. “Y digo subsistir”, subrayó enseguida. Por lo menos seguir ahí, para continuar defendiendo ese inmenso trabajo que al fin y al cabo se hizo para asegurar esas pequeñas cosas: la amistad, el amor, la alegría.
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