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Columna
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El Fary de la derecha

Nuestras sociedades tienen crecientemente unos ojos que no sienten y un corazón que no ve. La izquierda tiene mejor corazón, pero la derecha mejor vista

Un hombre pide limosna en la Gran Vía de Madrid.
Un hombre pide limosna en la Gran Vía de Madrid.Aitor Sol
Víctor Lapuente

El guía de la nueva derecha no es Trump, sino El Fary. Para la corriente de pensamiento que nutre a Vox, pero también para algunos (y algunas) en el PP, la izquierda es lo mismo que el hombre que llevaba la bolsa de la compra y el carrito del niño era para El Fary: “Blandengue”. Frente al pétreo estoicismo de quienes toman cañas en una pandemia, no ven pobres en las calles y piden a los familiares de los fallecidos en las residencias de Madrid y a los descendientes de los abandonados en las cunetas de la Guerra Civil que pasen página, la izquierda es quejica. La empatía con los que padecen es una debilidad, una fisura en la armadura moral que todos deberíamos llevar bien puesta.

En parte, la derecha es farysta por genética. Las personas con una ideología conservadora son algo menos sensibles al dolor ajeno que las de izquierdas. No son peores seres humanos —mirar con superioridad moral a los de derechas es tan absurdo como hacerlo con los de izquierdas—, sino que tienen otros pilares éticos. Son más leales a la comunidad, a la tradición y a la justicia entendida como proporcionalidad. Pero, si nos vemos obligados a compararlos y aun a riesgo de simplificar, diríamos que la gente de izquierdas tiende a ser moralmente más compasiva y, la de derechas, moralmente más completa. Los de izquierdas son más empáticos, pero también más ciegos a otras consideraciones más allá del sufrimiento del prójimo. La izquierda tiene mejor corazón, pero la derecha mejor vista.

Esa diferencia lleva milenios entre nosotros, pero sólo ahora la palpamos con fuerza. Porque, hasta hace poco, la derecha democrática quería domar sus instintos, evitando caer en el tribalismo insolidario. Luchando contra su naturaleza, el “conservadurismo compasivo” condujo a la democracia cristiana europea a crear un Estado de bienestar tan poderoso como el socialdemócrata y a los republicanos americanos a mantener los impuestos altos. Ahora, la derecha se ha abandonado completamente a sus impulsos. Sus políticos hablan al hígado de los votantes, buscando despertar el miedo y enterrar la misericordia.

Algo simétrico pasa en la izquierda, cada día más cegada por la justicia social y más alejada, en sus opiniones sobre cohesión y diversidad social, de la media ciudadana.

Nuestras sociedades tienen crecientemente unos ojos que no sienten y un corazón que no ve. @VictorLapuente

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