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LA BRÚJULA EUROPEA
Columna
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Bella (Italia) ciao

La llegada al poder de Meloni supondría el epitafio de la trayectoria republicana que nació del antifascismo

Giorgia Meloni, líder de Hermanos de Italia, durante un mitin en Roma el jueves. Foto: ALESSIA PIERDOMENICO (BLOOMBERG) | Vídeo: EPV
Andrea Rizzi

La cantante italiana Laura Pausini se negó recientemente a interpretar Bella ciao en un programa de televisión español. La anécdota es útil para analizar el momento que afronta Italia con las elecciones legislativas convocadas para este domingo y en las que, según coinciden los sondeos, ganará una coalición de partidos de derecha con la entronización como presidenta del Gobierno de Giorgia Meloni, líder del ultraderechista Hermanos de Italia. De confirmarse, será muy probablemente el epitafio formal sobre una larga etapa política que surgió del antifascismo.

Como es notorio, Bella ciao es considerada el canto símbolo de la resistencia partigiana que se levantó en armas contra el fascismo y que fue la experiencia militar y política fundacional de la República que surgiría después de la II Guerra Mundial. Como dijo Norberto Bobbio, la Constitución italiana nació “del antifascismo militante”. Un antifascismo que fue un universo heterogéneo, como la propia resistencia armada, donde había combatientes de inspiración izquierdista, democristiana o liberal. Su cooperación no fue fácil en ningún momento, como se observa en las páginas de Un asunto privado, de Beppe Fenoglio, novela extraordinaria de la que Italo Calvino escribió que representa la culminación de los esfuerzos literarios italianos por retratar la Resistencia. Pero ese universo heterogéneo logró superar las dificultades y —tras capturar, juzgar sumariamente a un puñado de altos jerarcas y colgar por los pies al Duce en Piazzale Loreto en Milán— convergió en la redacción y aprobación por amplísima mayoría de la Constitución para la recién nacida República. Bella ciao, que se hizo popular después de la guerra, pertenecía por igual a las distintas almas de ese universo. Las hemerotecas italianas señalan que se llegó a cantar al final de un congreso de la Democracia Cristiana, en los setenta, en el que salió elegido Benigno Zaccagnini como líder.

De ahí viene lo que la República ha sido en las décadas posteriores. Por supuesto, ese espíritu de extraordinaria convergencia fundacional se lastimó pronto. No obstante, a lo largo de la historia republicana, hubo otros momentos de considerable unión política —con gobiernos de unidad nacional en periodos críticos—, y también, durante muchas décadas, una mirada compartida de manera amplísima sobre el pasado del que nació la experiencia común, y los valores esenciales de la misma.

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Este último elemento sufre desde hace tiempo un claro deterioro. La llegada al poder de Giorgia Meloni y de la mirada política que abandera representaría el broche final a esa parábola en trayectoria descendente. Su trampolín para el auge fue, además, precisamente el negarse a converger como las demás fuerzas parlamentarias en la coalición que apoyó al Gobierno de Mario Draghi. Desde la oposición a ese proyecto compartido sacó empuje electoral.

Políticos del linaje ideológico que ella representa ya han estado en el poder en Italia, pero no como presidentes del Gobierno y en contextos diferentes. Cuando Silvio Berlusconi hizo entrar en el Ejecutivo a la Alianza Nacional de Gianfranco Fini, la presión ambiental sobre la extrema derecha era alta. Hoy, al menos en Italia, no tanto, con un gran sector de la sociedad que da por normalizados esos planteamientos. Y que ve en Bella ciao solo una canción de izquierdistas. Ya no es patrimonio compartido, y por eso una cantante como Laura Pausini no quiere entonarla.

Puede que la victoria de Meloni resulte ser el gran éxito final de la Constitución nacida del impulso antifascista, con un recorrido de democratización de la extrema derecha. Puede que un Gobierno bajo su mando evite impulsos de erosión de los valores fundacionales, entre otros motivos porque, si la presión ambiental en Italia es baja, la de Bruselas será elevada —y con palancas poderosas, como los fondos de ayuda o la buena disposición, o no, del BCE—. No podemos saberlo ahora. Lo que sí sabemos es que la llegada a la cumbre de esa ideología supondría una cesura profunda con la anterior historia republicana, y que habrá que vigilar más aguerridos que nunca. Porque, como dijo Bobbio en ese discurso de 1976 en referencia a la Constitución, “de la libertad nació, y de libertad vivirá”. Libertad. Cuánta distancia entre el uso de ese vocablo por parte de ese gigante del pensamiento y de la acción en esas circunstancias y su asociación, en otros lares, con las cañas en los bares y las luminarias en los escaparates.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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