La UE con Latinoamérica
La intensificación de relaciones de la Unión Europea con América Latina debería empezar por actualizar los acuerdos en marcha
La guerra en Ucrania ha revelado el predicamento menguante de la UE y de EE UU en la escena internacional, especialmente, en África y en Latinoamérica, dos bloques que en gran parte se resisten a secundar la ofensiva diplomática de Bruselas y Washington contra Rusia, cuando no la rechazan abiertamente. En el caso africano, el pasado colonial pesa en contra de los occidentales, sobre todo, de los países europeos. Pero en el latinoamericano, el desdén actual de la UE hacia esa parte del hemisferio pesa casi tanto o más que los desencuentros históricos. En geopolítica, no existe el vacío. El espacio que Europa va dejando libre lo ocupan rápidamente Rusia y, sobre todo, China, según alerta un documento interno de la Comisión Europea revelado este jueves por EL PAÍS. China, según ese texto, ha multiplicado por 26 la inversión en Latinoamérica en lo que va del siglo XXI y ha desplazado en muchos países a la UE o a EE UU como principal socio comercial.
La presencia de Rusia también se ha redoblado en el terreno de la desinformación. Numerosos parlamentos latinoamericanos y buena parte de las opiniones públicas asumen las tesis del Kremlin sobre una supuesta amenaza ucrania a la seguridad rusa. El presidente Volodímir Zelenski intenta contrarrestar la propaganda rusa, pero su mensaje no cala en Latinoamérica tan bien como en otras zonas. Este miércoles participó en un foro virtual en Chile. Pero de manera significativa no fue en el Parlamento del país, como ha ocurrido en tantos otros lugares, sino a través de la Universidad Católica. Y el presidente ucranio pudo comprobar de primera mano por algunas de las preguntas de los intervinientes que los mensajes del Kremlin habían seducido a Latinoamérica mucho antes de su discurso.
La UE, bajo el impulso del jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, y con el aliento de la próxima presidencia española (de julio a diciembre de 2023), se ha propuesto plantar cara a la expansión del eje Pekín-Moscú en territorio latinoamericano. Pero muchos países de la zona se resienten por la falta de compromiso de la UE, que ni siquiera da seguimiento a los pactos alcanzados. El histórico acuerdo comercial de la UE con Mercosur —la quinta mayor área de comercio del mundo, con Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay— sigue siendo papel mojado tres años después de haberse cerrado. En el aire siguen también las actualizaciones de los acuerdos de libre comercio con México y Chile, a pesar de que en el caso mexicano incluso está terminada la negociación. Los reflejos proteccionistas de algunos socios europeos, Francia muy en particular, han frustrado en los últimos años los intentos de una mayor integración económica entre la UE y Latinoamérica. Los legítimos intereses europeos se han esgrimido a menudo de manera espuria para justificar el portazo a toda una región que miraba de forma natural hacia Europa.
Pero Occidente, y la UE en concreto, no pueden permitirse perder aliados en un escenario internacional en el que se ha desatado una nueva batalla por las esferas de influencia. Urge que Bruselas asuma plenamente la importancia geoestratégica de los 33 países latinoamericanos y caribeños, una zona con casi 700 millones de habitantes, con dos socios neurálgicos para la UE (México y Brasil), con tres miembros en el G-20, cuatro en la OCDE y dos economías con potencial para incorporarse al G-7. Como propone el documento de la Comisión, se necesita “un salto cualitativo” en la relación con Latinoamérica. Y 2023 es el año adecuado para darlo.
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