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Columna
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Riesgo moral, versión energética

La prioridad debería ser construir una verdadera unión energética europea, y España tiene una magnífica oportunidad de impulsar la diversificación del suministro y la inversión en energías renovables

Riesgo moral, versión energética / Máriam Martínez Bascuñán
DEL HAMBRE
Máriam Martínez-Bascuñán

En medio de la convulsión por la caída del Gobierno de Draghi, con un escenario inmediato de pesadilla (el neofascismo de Meloni y la rusofilia de la Liga y Forza Italia acarician el poder), la política energética de la UE amenaza con abandonarse al viejo enfoque de la identidad, como ocurrió con la crisis financiera de 2008. ¿Lo recuerdan? Fue cuando la rígida austeridad impuesta por la Alemania de Merkel a la Europa del Sur se tiñó de moralismo, convirtiendo las suspicacias nacionales en razones económicas. Hubo quien se creyó a pies juntillas aquello de que los alemanes eran naturalmente más ahorrativos mientras nosotros, pobres sureños, vivíamos por encima de nuestras posibilidades.

Y es que a eso suena el argumento que Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica, utilizó esta semana para rechazar la propuesta de la Comisión de recortar el consumo de gas. “A diferencia de otros países”, afirmó, “los españoles no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades desde el punto de vista energético”. Y aunque algo de razón tenga (no todos tenemos el mismo nivel de dependencia ni hemos explotado durante décadas la energía barata de Putin), y también se haya dicho que su negativa responde a un criterio de eficiencia, hay un cierto tufillo revanchista en esa retórica. No es ya que hablara de una “imposición” de Bruselas, cuando la propuesta da cierto margen a los países (la reducción puede ser del 10% o del 15%); es que la ministra dijo que “no nos han pedido opinión”, como si ignorase que la Comisión tiene la iniciativa antes de negociar con los Estados. ¿O es que ahora queremos una Europa intergubernamental? Pero lo más extraño es que ese moralismo que tanto nos ofendía antaño contradice el enfoque de Sánchez durante el debate del estado de la nación: la solidaridad y la cooperación, decía el presidente, son la base para afrontar la falta de independencia energética europea.

Por primera vez en nuestra historia reciente, partimos con ventaja en una crisis. Junto a Portugal, tenemos una posición interesante para impulsar la resiliencia que Europa necesita. Por eso es tragicómico que se amague con volver a un discurso que culpabilizaba solo a unos países de los problemas estructurales de diseño de la zona euro. La política alemana pasó, entonces, de la cooperación al sometimiento, y Europa corrió el riesgo de entrar en una desintegración a fuego lento. La pregunta es: ¿queremos eso ahora? La prioridad debería ser construir una verdadera unión energética europea, y España tiene una magnífica oportunidad de impulsar la diversificación del suministro y la inversión en energías renovables. Y aunque es cierto que Alemania debería sacar conclusiones de su chovinismo, también aquí deberíamos saber ya que, cuando se está en una buena situación, conviene ser dadivosos, no sea que luego vengan a cobrarnos otras deudas.

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