No más sexo
De repente, de aquella asamblea de señoras acompañantes en la cumbre de la OTAN, surgía una moderna Lisístrata que invitaba a las demás colegas a rechazar en el lecho conyugal a sus parejas, jefes de Estado y de Gobierno, mientras no se opusieran a la proliferación de las armas


Que sus mujeres se declaren en huelga de sexo hasta que los generales firmen la paz. Esta fue la solución que ideó Aristófanes para terminar con la guerra del Peloponeso, acaecida en el 431 a. C, entre Atenas y Esparta. En la obra de teatro, la protagonista Lisístrata convoca a las esposas de los jefes de ambos ejércitos y les propone que sometan a sus maridos a una absoluta abstinencia sexual mientras no pongan fin a aquella contienda interminable. En la pasada cumbre de la OTAN en Madrid, ante la fotografía obscena que las mujeres acompañantes de los altos mandatarios se hicieron junto al Guernica de Picasso uno podía imaginar la comedia de Aristófanes, aplicada a la guerra entre Rusia y Ucrania. De repente, de aquella asamblea de señoras acompañantes, surgía una moderna Lisístrata que invitaba a las demás colegas a rechazar en el lecho conyugal a sus parejas, jefes de Estado y de Gobierno, mientras no se opusieran a la proliferación de las armas y a continuación llamaba a las mujeres de los engorilados Putin y Zelenski, para que siguieran el consejo y los sometieran a una rigurosa dieta de sexo hasta que firmaran la paz. Pero esa solución hoy es impensable porque los misiles producen una libido extraordinaria y han acaparado los sueños húmedos de todos los jefes militares. Como falos erectos cruzan el espacio guiados por las estrellas y son admirados más por su seducción erótica que por la cantidad de muerte que provocan. Los misiles ya no pertenecen a ningún bando, se pelean solo entre ellos, ninguno es ya de los nuestros, llevan inscrito en su tripa un mensaje sacado del cerebro de los gorilas: matar antes de que te maten. Al salir disparado ese falo con la ojiva color de rosa hasta Lisístrata llena de admiración grita: ¡Gloria a Dios en las alturas, maldita sea! Y al instante se oye la explosión, seguida de grandes aplausos.
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