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Gobiernos rojos y glóbulos blancos

La debilidad parlamentaria del Ejecutivo lo coloca en una situación privilegiada para afrontar esta crisis de inflación

Sanchez Gobierno España
El presidente de Gobierno, durante una sesión de control en el Congreso.Andrea Comas
Víctor Lapuente

La inflación es una dolencia económica que puede estar causada por un patógeno externo, como Putin, pero que suele derivar en enfermedad autoinmune, porque las defensas sociales (gobiernos, sindicatos o patronales), con la intención de protegernos, acaban ocasionando un mal mayor. Unos glóbulos blancos demasiado poderosos son un peligro.

En ese sentido, la debilidad parlamentaria del Ejecutivo lo coloca en una situación privilegiada para afrontar esta crisis. En otra coyuntura altamente inflacionista, a finales de los setenta, otro Gobierno minoritario que también ocupaba el centro del espectro ideológico (aunque más a la derecha), la UCD, tuvo tanto la capacidad como la voluntad de llegar a acuerdos amplios, con agentes y partidos diversos. Los pactos de La Moncloa no fueron un accidente histórico, fruto del espíritu mágico y celestial de la transición. Más bien al revés: el consenso político fue el resultado de la fragilidad política y la incertidumbre económica. O nos juntamos o nos arruinamos todos.

Y no es algo exclusivo de la psique ibérica. En las democracias de nuestro entorno, las reformas económicas más duraderas no son hijas de los ejecutivos más fuertes, sino de aquellos que, justamente por carecer de mayorías parlamentarias, han tenido que buscar apoyos a ambos lados del tablero político. Si Dinamarca o Países Bajos emergen de las crisis económicas de forma más sólida y equilibrada que el Reino Unido o EE UU, donde el crecimiento conlleva fuertes aumentos de la desigualdad, es porque hacen de la necesidad de pactar con actores distintos una virtud. Por eso, no es una desgracia que Macron perdiera la mayoría en la asamblea francesa, sino que podría ser una bendición. El presidente centrista puede aprobar medidas para dinamizar la economía con los republicanos a su derecha y asegurar la protección social y la transición energética con Mélenchon a su izquierda.

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Además, cuando las instituciones de un país ajustan sus ropajes a gobiernos escuálidos, se refuerzan. De un instituto nacional de estadística más autónomo a unas comisiones parlamentarias más inclusivas, el sistema se acomoda para trabajar para varios partidos a la vez. Al contrario, los gobiernos fuertes acaban derivando en Estados débiles, como bien saben en América Latina. De gobiernos rojos, y de glóbulos blancos, la cantidad justa. @VictorLapuente

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