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Columna
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De noche ni se atrevieron

Cuando una mujer vuelve sola y borracha a casa lo hace, para mucha gente (y para muchos políticos), corriendo un riesgo innecesario que la pone en el centro de la diana, creyendo de esta manera que el problema es la diana, no el arma

Un momento de la manifestación feminista del 8 de marzo de 2020 en Madrid.
Un momento de la manifestación feminista del 8 de marzo de 2020 en Madrid.INMA FLORES (EL PAIS)
Manuel Jabois

Octubre de 2015. Una mujer joven, atractiva y completamente borracha se tambalea por las calles del centro de Madrid con una cerveza en la mano. Es una actriz interpretando un papel para un experimento del Instituto Neurosalus, que graba a la mujer con cámara oculta. Se acercan a ella tres hombres que le preguntan dónde están sus amigas, ella dice que ha bebido mucho y uno responde: “No lo suficiente. ¿Bebemos un poco más?”. A dos calles, un amigo le propone a otro: “¿Por qué no te la llevas tú?”. En una escena más, un hombre la anima a irse con su amigo a comprar más bebida y a llamar a sus amigas para ver si hay alguna que le gusta a él; el amigo propone a la chica ir a beber a su hotel porque tiene allí un cargador de iPhone. Otro hombre la arrincona intentando besarla; un miembro del equipo de grabación salta para rescatarla mientras el agresor le dice “estoy yo antes”. Todos la tocan: la abrazan, la agarran de la cintura, le cogen la mano o el brazo. Neurosalus advirtió de que el vídeo estaba editado, sí: pero para no mostrar imágenes de abuso “físico extremo”. Y algo aún más increíble: el experimento se hizo para concienciar a la gente sobre “los peligros del alcohol”.

Siete años después, todavía muchas personas creen que, de ese vídeo, lo primero que está mal es el estado de la chica. Cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, dice de las ministras del Gobierno que su forma de ver la vida “es propia de malcriadas que aspiran a llegar solas y borrachas, desprovistas de responsabilidades ni siquiera ante sus peores decisiones” usa el verbo clave, aspirar, con un desprecio que impresiona, porque es imposible que ella, si no ella misma, no conozca a ninguna mujer que de camino a su casa, sola y borracha, no haya sido molestada, acosada o agredida sexualmente. ¿Tienen en la práctica las mujeres los mismos derechos que los hombres, o no los tienen precisamente a causa de los hombres? ¿Aspira un hombre a llegar solo y borracho a casa sin miedo a que lo molesten, acosen o agredan sexualmente o sólo aspira a algo quien no puede hacerlo?

La periodista Paloma Rando recuperó en su cuenta de Twitter un artículo de 1993 de Lucía Argos en EL PAÍS en el que relata cómo, en una reunión del Gobierno de Israel, los ministros propusieron un toque de queda a partir de las diez de la noche debido a las violaciones que se estaban produciendo en las últimas fechas. “Pero ¿quién viola a quién?”, preguntó la primera ministra, Golda Meir. “Los hombres a las mujeres”, le respondieron. “Pues entonces que se decrete el toque de queda sólo para los hombres”, atajó ella. En ese mismo artículo, la abogada penalista Amparo Buxó explicaba algo muy moderno: los delitos sexuales, “casi instintivamente”, se vuelven en contra de la libertad de movimientos de una mujer. Y cuando vuelven solas y borrachas a casa lo hacen, para mucha gente (y para muchos políticos), corriendo un riesgo innecesario que las pone en el centro de la diana, creyendo de esta manera que el problema es la diana, no el arma.

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Ese experimento de 2015 del Instituto Neurosalus, que advertía de los peligros del alcohol en lugar del peligro de los violadores, se hizo a plena luz del día y en calles llenas de gente. De noche ni se atrevieron.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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