Cuando los británicos te explican la UE
Los medios y centros de estudios del Reino Unido siguen dominando el debate sobre la futura integración europea. No siempre va a ser así
Aquí va un consejo de un profesional de los medios para los eurófilos de todo el mundo, y especialmente para aquellos cuya lengua materna no es el inglés. Cada vez que lean a alguien que se refiere a la UE como un bloque, párense ahí. Y dejen de leer lo que salga de esos medios informativos o grupos de expertos, o de los académicos que utilicen este idioma o que animen a su personal a utilizarlo. Recuerdo muchas veces en las que los editores trataban de sustituir las repetidas referencias a la UE en mis textos por la palabra bloque. Era el intento de sustituir la palabra correcta por un calificativo cargado de ideología.
La UE no es un bloque, nunca lo ha sido. Bloque es el mayor insulto eurófobo. Pero ahí radica la ironía. El insulto suele ser proferido por autores y medios de comunicación que se consideran proeuropeos. Solo que en el Reino Unido ser proeuropeo significa algo muy diferente de lo que significa en otros lugares. Para ellos, la UE es un bloque de Estados nacionales que cooperan felizmente.
El Reino Unido se ha marchado, pero los zopencos siguen ahí. Los medios de comunicación británicos, los centros de estudios británicos y las universidades británicas y estadounidenses siguen intentando marcar el tono del debate europeo. Creo que esto cambiará con el tiempo, pero ahora vivimos una transición. Los hábitos de los medios cambian lentamente.
Esto no tiene que ver con el uso del inglés. El inglés es, y seguirá siendo, la lingua franca de la comunicación transfronteriza. Sería absurdo obligar a los estonios a comunicarse con los griegos en francés. Pero hay una diferencia entre el idioma mediante el cual nos comunicamos y la nacionalidad de quienes controlan los nodos de nuestras redes de comunicación.
No veo ninguna razón por la que no se pueda generar información de alta calidad sobre la UE en inglés, pero de origen europeo. Una vez tomé parte en un proyecto de periódico transeuropeo. Fue un fracaso comercial. Todos los demás intentos de crear auténticos periódicos europeos también fracasaron. The European, de Robert Maxwell, era un tabloide de mala muerte. El International Herald Tribune parecía escrito por estadounidenses en París. Y resultó que lo era. Politico es al menos un proyecto periodístico serio, pero está dominado por personal formado en el Reino Unido y Estados Unidos. Las cadenas de televisión y los servicios de noticias más influyentes del mundo son estadounidenses y británicos. El espacio mediático sigue siendo anglosajón.
El problema de los periódicos dominados por los anglosajones radica en la construcción de los relatos europeos. Comienza inocentemente con las palabras. La unión pasa a ser un bloque. El funcionario se convierte en eurócrata. La pacificación se convierte en apaciguamiento.
Pero la cosa no se queda ahí. Los anglosajones tienen su programa. Hubo un tiempo, hace unos 20 o 30 años, en el que la UE había llegado a un consenso para que la profundización y la ampliación fuesen de la mano. Yo mismo apoyé ese consenso y lo sigo haciendo. Creo que fue el predominio de los relatos estadounidenses y británicos lo que nos hizo perder ese equilibrio. Desde la adopción del euro, la UE ha dejado de tener una integración significativa. Pero su número de miembros casi se ha duplicado. La unión monetaria sigue siendo disfuncional hasta la fecha, pero todo el mundo habla de la ampliación para incluir a Ucrania, Moldavia y Georgia, además de Macedonia del Norte y Albania.
Si uno sigue diciéndose a sí mismo que la UE funciona bien tal como está, con el Consejo Europeo en el centro, rodeado de un Parlamento Europeo con poderes limitados y una Comisión Europea tecnocrática, es posible que llegue a la conclusión de que la UE no necesita ningún cambio de tratado. Puede que se considere un realista. Los realistas están obsesionados con la política del poder, con quién está arriba y quién está abajo. Pero los realistas no se centran en los problemas reales, como una unión monetaria disfuncional que se tambalea con cada crisis, o los flujos migratorios a través de las fronteras abiertas en el espacio Schengen. Si usted cree, como yo, que la UE debe convertirse en una unión política democrática, no va a encontrar mucho apoyo en los autores cuyas instituciones tienen su sede en Londres.
Entonces, ¿qué hacemos? La única respuesta es: empezar a leer otras cosas. Si uno no habla francés, alemán, español o italiano, es posible que le cueste encontrar fuentes de información alternativas que no estén en inglés. Pero técnicamente es posible. Y asequible. Los programas de traducción se han convertido en algo tan sencillo que pueden producir resultados legibles. No hay razón para que el mencionado estonio no pueda leer un ensayo político griego. Aquí, en Eurointelligence, llevamos más de 15 años utilizando programas de traducción. Recuerdo cuando un banquero central español apellidado Malo era traducido como “the Evil One” (el maligno). Eso ya no ocurre.
Pero tal vez la repercusión más importante sea la de la viabilidad comercial de los nuevos medios de comunicación en lengua inglesa, ya que el avance de la tecnología permite flujos de trabajo que antes eran inviables desde el punto de vista económico. Los hábitos de los medios de comunicación tardan en cambiar. Pero al menos ahora es técnica y comercialmente factible, cuando antes no lo era.
Con el tiempo, los ciudadanos de la UE se las apañarán sin necesidad de que vengan los británicos a explicarles qué es la UE.
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