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Anatomía de Twitter
Columna
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Qué será de nuestros MIR

Las decisiones de los jóvenes médicos no hunden sus raíces en su vocación o capacidades, sino en la precariedad que se avecina

Protesta contra la temporalidad entre los sanitarios de Madrid, este martes en ante la Asamblea de la Comunidad.
Protesta contra la temporalidad entre los sanitarios de Madrid, este martes en ante la Asamblea de la Comunidad.Chema Moya (EFE)
Nuria Labari

Unos 3.200 MIR “han escogido su plaza, y las especialidades más elegidas entre los primeros son: Derma, Cirugía Plástica, Cardio, Oftalmo. ¿Qué tienen en común? Su jugosa y rentable práctica privada. Nuestros nuevos médicos, que se formarán en la pública, ya piensan en un futuro en la privada”. El tuit lo firma Antonio Antela, médico especialista en Medicina Interna y dedicado a cuidar a personas con VIH y otras enfermedades infecciosas desde 1990, según su perfil. A continuación casi 5.000 me gusta, mil retuits y un debate sin desperdicio.

Aparecen, en primer lugar, médicos de estas especialidades que las eligieron y practican por vocación dentro de la sanidad pública. Con ellos el autor del tuit se disculpa uno a uno. Evidentemente, otra era la intención de su comentario y otro es el dardo que lanza al corazón de nuestro sistema de salud. Así, más allá de una u otra especialidad, la pregunta es sencilla. Si la sanidad pública es de todos, ¿de quién deberían ser “nuestros” médicos?

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Personalmente, me esperaba un aluvión de predecibles tuits exigiendo mejores condiciones para los médicos en “la pública”. Mensajes decididos a reclamar que los médicos españoles sean “nuestros”, en el sentido de que la excelencia de lo público resulte aspiracional y competitiva. Ciudadanos deseosos de que los mejores tengan motivos para servir a la mayoría, dado que el desempeño de su profesión atañe a un derecho tan fundamental como la salud. Esperaba exigencia de sueldos realistas —razonables en el mercado europeo—, condiciones de trabajo dignas, guardias y turnos humanos. Sin embargo, para mi sorpresa, el debate no camina en esta dirección.

“¿Y qué tiene de malo?”, pregunta @AngelJimenezA respecto de la preferencia del sector privado de “nuestros” médicos. “Si en mi carrera hubiera algo como el MIR, los mejores optarían por aquellas especialidades mejor retribuidas... exactamente lo mismo que se hace sin un MIR, por cierto”. Como si las profesiones que salvaguardan derechos fundamentales no se diferenciaran en nada de las demás.

¿Tiene más vocación un médico de la pública que uno de la privada? ¿Es la misma reflexión para un abogado de turno de oficio que para uno que oposita para registrador o notario? ¿Qué hay de malo en elegir esas plazas?, se pregunta Zoidberg_79. Y así decenas de comentarios que ponen el foco en la decisión racional de cada médico y no en el sistema que sostiene y alienta estas decisiones. Sin embargo, lo cierto es que pacientes y profesionales sufrimos un sistema de salud que maltrata a médicos, enfermeros, técnicos y especialistas sanitarios que se ven obligados al exilio profesional. Algunos huyen a la privada y a otros los estamos echando literalmente del país. Y a todos les debemos disculpas y reconocimiento. Las decisiones de los jóvenes MIR no hunden sus raíces en su vocación o capacidades, sino en la precariedad que se avecina.

Por eso me parece conveniente recordar que los MIR de este año son chavales y chavalas que estudiaron el doble en Bachillerato, que sacaron notaza en Selectividad (porque si no, no entran ni en las privadas), que hicieron seis años de carrera, uno de “oposición” MIR y a quienes les quedan cuatro o cinco más de especialidad para terminar cobrando un sueldo inaceptable en lo público —muy por debajo del contexto europeo— y no mucho mejor en la privada. Así las cosas me quedo con la sentencia de @BastinazoDR: “No nos hemos equivocado de especialidad, nos hemos equivocado de país”.


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Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

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