Carnicería ETA
La derecha española solo está obsesionada con defender a las élites económicas y dinamitar la aspiración patriótica de un trabajo decente. En esa obsesión, pierden respeto a las víctimas
Afirma Isabel Díaz Ayuso que es mejor no estar con ETA cuando hay que posicionarse en la vida. Tiene toda, toda, toda la razón. Lo sé por experiencia propia. A mi padre, militar, lo posicionaron en San Sebastián cuando ascendió a coronel. A un militar de infantería el valor se le supone, pero su mujer y sus hijos pasaron años difíciles en los cuarteles de Loyola. Resulta duro pensar que alguien se considera con derecho a ser aplaudido por asesinarte. Caminar por la ciudad suponía un trago de txikitos de alta graduación. Por eso admiro tanto a personas como Juan Mari Jaúregui, un socialcomunista que dio su vida para poner fin a la barbarie. Y por eso no comprendí nunca a los que procuraron por todos los medios retrasar el fin de ETA. Querían mantener negocios familiares relacionados con los guardaespaldas o ganar votos en las campañas electorales.
ETA fue una carnicería en la que se despachó un surtido variado de crueldades. Se sirvió en la vajilla de la muerte una diversidad de cortes y cegueras que tenían que ver con la religión, el nacionalismo, los rencores y las lecturas fanáticas de la historia. Por desgracia, la barbarie se alió con la sal de los que quisieron aprovechar los cadáveres, despiezándolos en sus campañas electorales en favor de las bajadas de impuestos y la precariedad laboral. Los asesinos nacionalistas tenían como única obsesión la independencia de su tierra. La derecha española solo está obsesionada con defender a las élites económicas y dinamitar la aspiración patriótica de un trabajo decente. En esa obsesión, pierden respeto a las víctimas y siguen haciendo uso demagógico de sus muertes. ¿Dejarán un día de manipular el dolor que ETA supuso para todos? Confieso que hoy San Sebastián es una de mis ciudades española preferidas. En sus calles vi cómo lo que parecía imposible se hizo realidad.
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