Tengamos cautela
Los lectores escriben sobre la precaución que debemos mantener con la covid-19, las molestias que podemos recibir en las ciudades, la avaricia y la polémica de la boda entre Belén Barnechea y Martín Cabello de los Cobos
El término cautela, asociado a la prudencia y a la mesura, es definida por el Diccionario como la precaución y reserva en el proceder. Es lo que se recomienda encarecidamente a nuestra ciudadanía en estos primeros días sin mascarillas en interiores tras el fin de la obligatoriedad de las mismas. Contrasta esto, no obstante, con el estricto confinamiento impuesto en Shanghái, cuya población permanece encerrada en casa a cal y canto desde hace ya 5 semanas, al borde del desabastecimiento. Así, habiéndose convertido en el epicentro de la lucha contra la pandemia, China se halla al borde del desespero, teniendo que verse obligados a realizar la compra por internet, con la inseguridad de saber cuándo y, sobre todo, si van a recibir sus pedidos. Mientras el virus siga circulando por nuestro planeta con el peligro de que aparezcan nuevas variantes, es de cautelosos tener las mascarillas y no perderlas de vista como medida preventiva, ya que nunca hay que tirar o lanzar las campanas al vuelo, antes de tiempo.
Casilda Sánchez Calderón. Zaragoza
Pejigueras
Si un patinete o una moto circulan por la acera, te apartas y los dejas pasar. Si un coche está aparcado en la acera, lo rodeas y continúas. Si un fumador te echa la bocanada de humo, te retiras un poco. Si una moto te rompe los tímpanos, venden tapones en la farmacia. Si la música o el perro del vecino no te dejan dormir, cámbiate de piso. Si cruzando el semáforo una bicicleta sigue sin detenerse, échate atrás y déjala pasar. Si los gritos y los móviles en el metro o en el autobús no te dejan leer, no leas o lee en voz alta. Es que le ponéis pegas a todo. Sois unos pejigueras.
Pedro Catalán García. Madrid
El veneno es la dosis
Está sobradamente explicado por los expertos que lo que hace venenoso a un compuesto es la dosis que se ingiere del mismo. Algo parecido pasa con el dinero. En dosis razonables es absolutamente necesario. Ahora bien, en una dosis excesiva es un destructivo veneno para el que lo ingiere y, además, crea adicción. Pero sobre todo es una injusticia para aquellos que, por culpa de los anteriores, no pueden recibir las dosis mínimas que les permitan vivir dignamente. Últimamente, entre testaferros, comisionistas, conseguidores y demás calaña, mucha gente se pregunta: ¿Cuándo surgirá un Hipócrates que establezca la dosis correcta de ese veneno para cada ciudadano, con el fin de tener una sociedad sana y no adicta ni intoxicada por el “poderoso caballero”?
Horacio Torvisco. Alcobendas (Madrid)
No hubo racismo
Los días 14, 15 y 17 de abril se publicaron noticias sobre la boda entre Belén Barnechea y Martín Cabello de los Cobos en Trujillo (Perú). Dicha información fue errónea, dado que en el curso de dicha celebración no tuvo lugar ninguna actuación racista ni de menosprecio a la historia del Perú. Se representó en dicha celebración la denominada Danza de la soga, una ceremonia en la que los jefes guerreros celebraban sus victorias con sus mejores adornos. Esta danza figura en todos las cerámicas y monumentos precolombinos. Dicha danza se trataba de una práctica festiva después de una victoria e intervenían las mujeres tejedoras, sentadas, tal como fue descrito en un hermoso ensayo de Octavio Paz sobre las mujeres-orfebres en las culturas ancestrales. La cultura Moche, que se extendió entre los siglos II y VIII, no tuvo nada que ver con la conquista ni con la esclavitud. Hay 900 años de distancia entre ambos eventos. Los contrayentes, y en particular Belén Barnechea, nieta de Guillermo Ganoza —que restauró la gran ciudadela de Chan-Chan, la última capital del reino Moche— y de Marcela Temple —quien como Presidenta del World Monuments Fund de Perú ayudó a financiar la restauración de las legendarias Huacas del Sol y de la Luna—, orgullosa de su nacionalidad peruana, quiso dar a conocer la extraordinaria cultura peruana a todos los asistentes a la celebración de su enlace y manifestar, públicamente y en un momento tan importante para ellos, su respeto y amor por el Perú.
Bernardo Gutiérrez De la Roza, en nombre de las familias Barnechea y Cabello de los Cobos
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