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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La espiral interminable

La retirada del apoyo de Lista Unida Árabe al primer ministro israelí Naftalí Bennett complica la continuidad de su Gobierno

Jóvenes palestinos se manifiestan en la mezquita de Al-Aqsa, en Jerusalén, el viernes.
Jóvenes palestinos se manifiestan en la mezquita de Al-Aqsa, en Jerusalén, el viernes.AMMAR AWAD (REUTERS)
El País

La violencia ha vuelto a aparecer en las últimas semanas en Israel y Palestina. La oleada de atentados contra ciudadanos israelíes en un mes se ha cobrado la vida de 14 personas. También se han producido violentos choques entre manifestantes palestinos y la policía israelí en Jerusalén, además del intercambio de acciones militares en la Franja de Gaza. Todo ello pone en riesgo las relaciones del Estado judío con los países árabes con los que había establecido recientemente lazos diplomáticos. Un factor adicional agrava la situación: el partido islamista Lista Unida Árabe ha anunciado la suspensión de su apoyo al Gobierno del primer ministro, Naftali Bennett. Se trata de un duro golpe para el Ejecutivo —la Lista Unida Árabe es el primer partido de esta minoría que en 74 años de historia del Estado de Israel ha accedido al Gobierno—. Bennett acaba de perder su exigua mayoría de 61 escaños —la Cámara israelí tiene 120— tras la fuga de una diputada ultraconservadora a principios de mes. Los cuatro votos de la Lista Unida Árabe resultan pues fundamentales para mantener al actual Gobierno. Pero además, Bennett acaba de recibir la condena de dos recientes aliados, apenas tres semanas después de escenificar en Israel una cumbre diplomática. Tanto Emiratos Árabes como Marruecos se han expresado muy duramente contra el asalto israelí a la Explanada de las Mezquitas y Emiratos ha acusado a Israel de provocación deliberada y flagrante agresión.

La nueva escalada de violencia de las últimas semanas en Israel y Palestina ha reabierto tres escenarios problemáticos de lo que es un interminable conflicto sin aparentes visos de solución desde que en 1967 Israel ocupara Jerusalén Este, Cisjordania, Gaza y los Altos del Golán. La coincidencia en el tiempo de las principales celebraciones religiosas de cristianos, árabes y judíos ha convertido la Ciudad Vieja de Jerusalén en el escenario de enfrentamientos que están alimentando esta tensión. Particularmente graves fueron los del pasado día 15, el Viernes Santo para los cristianos, la Pascua judía y viernes de Ramadán para los musulmanes, cuando más de 150 manifestantes palestinos sufrieron heridas y otros 400 resultaron detenidos por la policía israelí en la Explanada de las Mezquitas. Desde entonces la espiral de violencia no se ha detenido. Desde Gaza, el movimiento islamista Hamás ha comenzado a lanzar cohetes sobre territorio israelí mientras que la aviación hebrea ha bombardeado esta semana lo que considera objetivos militares en el territorio palestino. La previsibilidad de los enfrentamientos no exime de repetir que la ocupación israelí está en la base del conflicto con Palestina, y que solo una solución estable y acordada podrá acabar con los estallidos de violencia y el reguero de muertes de primavera.

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