Frankenstein en los cayos de Florida
Lo que se puede hacer acaba haciéndose, como crear mosquitos genéticamente modificados para eliminar a las hembras que transmiten enfermedades
Los mosquitos son una verdadera alegría veraniega, como sabe cualquiera que haya intentado dormir cerca de un río, un afluente o incluso un canalón como el Manzanares, corazón fluvial de Madrid para sonrojo de sus habitantes. Pero si solo fueran molestos nos podríamos dar con un canto en los dientes. Es que encima transmiten la fiebre amarilla, el dengue, el zika y el chikungunya, por citar algunas de sus obras maestras. Una sola especie, Aedes aegypti o zancudo patas blancas, como le llaman en Venezuela, transmite todas esas enfermedades con extrema facilidad, causando muerte y penalidad en las regiones tropicales de África, América y Asia. Otro mosquito, Anopheles gambiae, es el principal vector de la malaria, una enfermedad que mata a medio millón de personas cada año, la mayoría niños.
¿Qué hacer contra esas enfermedades, entonces? Correcto: matar a los mosquitos. Muerto el vector, muerta la malaria. Bien, ¿y cómo se hace eso? Los insecticidas, las lociones repelentes y las camas con visillos ofrecen cierta protección local, pero no sirven para reducir la población regional de mosquitos, que continuarán haciendo su maldito trabajo por los siglos de los siglos. Por otro lado, no queremos exterminar a las 3.500 especies de mosquitos existentes, sino solo a las que trasmiten de forma eficaz las enfermedades más peligrosas. Cuando hay que ser letal y específico, la mejor solución es la genética. Y así lo pensaron los científicos hace unos años.
La idea es modificar genéticamente a los machos para que, cuando se crucen con las hembras silvestres, los genes artificiales del padre maten a sus hijas. Las que pican a los humanos son las hembras, de modo que, si hay pocas hembras, hay poca transmisión de las enfermedades. Los hijos machos, sin embargo, sobreviven y siguen transmitiendo sus genes letales generación tras generación. Se trata de una bomba genética de alta precisión: solo afecta a una especie de mosquito, y solo a las hembras de esa especie. El día en que un misil haga eso está todavía muy, muy lejano.
Generar animales genéticamente modificados es la rutina diaria de los laboratorios biológicos. La novedad aquí es que el experimento hay que soltarlo por el campo para ver si funciona. Después de algunos ensayos muy limitados, el sistema se ha probado por primera vez en suelo estadounidense. La suelta de mosquitos modificados se inició en abril de 2021 en los cayos de Florida, una cadena de islas al sureste de Estados Unidos, y los resultados acaban de ser revelados en un webinario por Oxitec, la empresa británica que construyó los mosquitos transgénicos. Han soltado por los cayos cinco millones de machos modificados de Aedes aegypti en siete meses. Y el sistema funciona como estaba previsto. Todas las hembras que llevan el gen modificado han muerto antes de poder picar a nadie. Buen tiro.
Lo que puede hacerse acaba haciéndose, suelen decir los científicos. La clonación, los cultivos de células madre y la edición genómica podían hacerse y se han acabado haciendo, aunque a veces tras una pasada por la cárcel. Soltar mosquitos transgénicos por el campo horroriza a los ecologistas y cabrea a los bioéticos, pero podía hacerse, se ha hecho y ha mostrado su utilidad. ¿Mi opinión? Adelante con ello.
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