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Vienen más curvas

La solución a la ofensiva de Rusia en Ucrania, a la política covid cero de China o a las elecciones de medio mandato en Estados Unidos tendrá una influencia decisiva en el futuro de todos

Vladímir Putin y Marine Le Pen, reunidos en Moscú en marzo de 2019.
Vladímir Putin y Marine Le Pen, reunidos en Moscú en marzo de 2019.Anadolu Agency (Getty Images)
Cristina Manzano

¿Recuerdan aquello del aleteo de la mariposa que causa un huracán al otro lado del planeta? Incluso con el actual repliegue de la globalización, seguimos dependiendo unos de otros. Estos acontecimientos son más que aleteos; su solución tendrá una influencia decisiva en el futuro de todos. Y no pinta bien:

Tras el fracaso de su “operación especial” rápida y contundente, Rusia está concentrando su ofensiva en Donbás. Los expertos sospechan que Putin pretende anunciar la “liberación” definitiva de aquel territorio el 9 de mayo, cuando los rusos conmemoran el Día de la Victoria: la rendición incondicional del Ejército nazi en la Gran Guerra Patria. Pero Ucrania sigue dispuesta a no ponérselo fácil. Necesitado de una salida que le permita acabar una aventura que le está costando mucho más de lo previsto, en todos los sentidos, Putin podría verse tentado a hacer todo lo que esté en su mano para ganar esa batalla, incluido el uso de armas químicas o nucleares.

Cortar de raíz con el gas y el petróleo ruso por parte de Alemania sería fundamental para asestar un golpe definitivo a la capacidad del Kremlin de financiar la guerra, pero, según el canciller, Olaf Scholz, llevaría a su país a la recesión. Sus asesores económicos ya han rebajado las previsiones de crecimiento para este año: del 4,6% al 1,8%. Las consecuencias de un parón alemán se dejarían sentir en toda la Unión. La presión sobre Berlín, sin embargo, aumenta según se van conociendo las atrocidades cometidas por el Ejército ruso. El dilema está, pues, entre tratar de parar a Putin y mantener la firmeza y unidad comunitarias —donde hay otras fisuras con países como Hungría— o salvar la economía.

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La drástica política de covid cero de Pekín ha llevado al confinamiento de varias ciudades, incluida Shanghái. La ralentización del mayor puerto del mundo agravará la complicada situación de las cadenas de suministro globales —causantes, en parte, del disparatado aumento de la inflación—. Su efecto en la propia economía china alcanzará indudablemente al resto de países, muchos de ellos ya afectados por el aumento de precios de materias primas y alimentos.

Y todo ello con el horizonte de las elecciones de medio mandato en Estados Unidos en noviembre. Con una inflación como no se recordaba en décadas y una pandemia que mataba a finales de marzo a más de mil personas al día, las perspectivas para el partido del presidente Biden no son precisamente halagüeñas. Un Congreso en manos republicanas podría estar menos dispuesto a seguir colaborando con sus socios europeos y suponer la paralización política de un país ya muy polarizado.

Cada uno de estos acontecimientos tendrá su correspondiente impacto internacional. En ese entorno tan complicado, la UE tiene herramientas para ofrecer respuestas a los desafíos económicos, energéticos y democráticos. Siempre que se mantenga firme en sus principios —algo que no siempre ha hecho—. Y siempre que en Francia no gane Le Pen, claro.

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