Vencer a Putin
La única forma de alcanzar una paz digna de tal nombre requiere mayor determinación y algún esfuerzo más por parte de los europeos en su ayuda a Ucrania
La inminente caída de Mariupol a manos de las tropas rusas es también la preparación de una batalla probablemente decisiva en la zona de Donbás, que Vladímir Putin ha declarado el objetivo actual de la invasión, tras su fracaso en la operación de ocupar Kiev y derrocar al Gobierno legítimo. Con el control de la ciudad portuaria y de la cuenca minera ucrania, el Kremlin tendría la oportunidad de sentarse a negociar con Zelenski la partición de Ucrania y declarar la victoria.
Pero no es seguro que consiga su propósito. El Ejército ucranio está demostrando unas capacidades y una moral de combate muy superiores al ruso. Las armas que está recibiendo de Estados Unidos y el Reino Unido están resultando de una eficacia devastadora, tal como reconoce la airada protesta de la Embajada rusa en Washington. Queda todavía una importante bolsa de resistencia militar dentro de Mariupol, conminada a una rendición incondicional que presagia una nueva matanza. Tras la destrucción de su teatro con centenares de personas en su interior, poco se sabe todavía de la población civil de esta ciudad mártir, sometida a bombardeo y asedio desde el 24 de febrero, cuando empezó la invasión.
Las atrocidades rusas que se van descubriendo, claramente tipificables al menos como crímenes de guerra, están produciendo como reacción el reforzamiento de la moral interior y de la solidaridad exterior. Están por los suelos, en cambio, el prestigio y la imagen del Kremlin, en abierta involución totalitaria, y de sus Fuerzas Armadas, especialmente por su comportamiento criminal y bárbaro, impropio de militares profesionales. Solo faltaba el hundimiento del Moskva, el buque insignia y puente de mando de la flota del mar Negro y orgullo de la Armada rusa, cuya ausencia parece descartar la eventualidad de un gran desembarco marítimo en Odesa.
Putin ha acudido como respuesta a este nuevo revés a la intensificación de los bombardeos, también otra vez sobre Kiev. Sin los ingresos del gas y del petróleo, Rusia tendría a estas horas la guerra prácticamente perdida, aunque desde Washington ya se ha señalado el peligro de un Putin acorralado ante una derrota inminente y capaz de utilizar armas de destrucción masiva, y en concreto el arma nuclear táctica, de corto alcance, pero de efectos devastadores.
El Kremlin quiere sentarse a negociar con una posición de fuerza, y de ahí la virulencia siempre creciente de sus ataques y las atrocidades sistemáticas que acompañan el paso de sus tropas. La única forma de alcanzar una paz digna de tal nombre es que Putin sea derrotado y venzan la libertad y la democracia ucranias, cuestión que requiere mayor determinación y algún esfuerzo más por parte de los europeos, en concreto el cierre inmediato del grifo con que se sufraga esta guerra infame.
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