Bienestar y malestar en Francia
Los datos de la mejora económica chocan con la memoria de un profundo deterioro social
Los resultados de la primera vuelta presidencial francesa, como en toda gran elección, tienen mucho que ver con la situación económica del país. Y seguramente no en una única dirección. Lo curioso es que en esta ocasión apenas se ha discutido de eso. Mejor dicho, el presidente Emmanuel Macron no ha entrado en ese debate, que le habría reportado algunos beneficios.
Y, en cambio, sí lo han explotado los dos polos de la ultraderecha y la extrema izquierda, ambas más atentas a los vaivenes del poder adquisitivo, prometiendo paraísos: alzas salariales de hasta el 10% y reducir la edad de jubilación de 62 a 60 años. Mientras monsieur le président jugaba la carta de la grandeur europea —intentando recuperar terreno con el posmerkelismo— e internacional, con las urgencias de la invasión de Ucrania.
¿Viven hoy los franceses mejor que hace cinco años, cuando entró el joven centrista al Elíseo? Como media, sí. El desempleo ha bajado del 9,5% al 7,4%, más o menos como en el conjunto de la eurozona, pero en este caso se trata del mayor descenso en 15 años. Y en paro juvenil, ha registrado el mejor resultado en 41 años. Sobre todo gracias a una reforma laboral —casi más desburocratizadora que liberal— y focalizada con éxito a la formación profesional. El poder adquisitivo del 10% de la población de menor renta subió un 5,3%, contra un 3,5% el de mayores ingresos, en parte gracias a algunas rebajas impositivas (claro que Francia es campeona europea en presión fiscal), aunque el gasto público ha subido del 55,1% del PIB al 55,6%.
A la República también le está yendo mejor en las fases pospandemica y de la agresión rusa que a los tres países grandes vecinos. Cerró 2021 con un crecimiento del PIB del 7% (por 6,6% Italia; 5,1% España, y 2,9% Alemania). Único caso del cuarteto que recuperó el nivel de producción precovid. Y la inflación de marzo también fue mucho mejor: 4,5% (por un 7,5% en la eurozona, el 7,6% en Alemania y el 9,8% en España), con la consiguiente menor pérdida de poder adquisitivo y de competitividad.
Ahora bien, esos datos de bienestar —sobre todo comparativo— chocan con un contrapunto: la memoria de un profundo malestar. El suscitado en 2018 con la rebeldía de los chalecos amarillos (popular, pero capitalizada por la ultraderecha). A veces se olvida que causó 11 muertos, 4.000 heridos y 12.000 arrestos. Otro tipo de cifras que dejan poso. Y odio.
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