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Columna
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Opositar con precisión

Sin duda, los populares intentarán centrarse en los temas de gestión, en los que su candidato puede tener mejor imagen para confrontar con el Gobierno, pero Vox querrá arrastrarle también a mojarse en aquellas cuestiones con las que rompe los consensos

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, saluda a los asistentes al congreso nacional del partido, tras confirmarse su proclamación como nuevo líder de los populares.
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, saluda a los asistentes al congreso nacional del partido, tras confirmarse su proclamación como nuevo líder de los populares.Alejandro Ruesga
Pablo Simón

Unas primarias sin competencia se conocen de manera coloquial como “coronación” y oficialmente la de Alberto Núñez Feijóo ya ha tenido lugar. Tenemos nuevo líder en el primer partido de la oposición. Ahora bien, ni siquiera los reyes absolutos concentraron tanto el poder como presumían y aquí ocurre algo similar. Aunque Feijóo se haya rodeado de sus fieles, los barones territoriales fueron claves para la caída de Pablo Casado. Normal, por tanto, que el Congreso de Sevilla haya escenificado un acuerdo de paz por territorios, incluyendo en la Comunidad de Madrid. Ayuso ya tiene asegurado el control del aparato autonómico que otros le negaban.

Con las elecciones autonómicas y locales a la vuelta de la esquina, el primer test de la nueva dirección será Andalucía. El resultado que obtengan allí marcará la viabilidad de la estrategia diseñada por los conservadores: crecer hacia el centro, recogiendo el descontento con la gestión del gobierno (en especial en economía), y dejar a Vox su flanco derecho. Es decir, intentar ensanchar su bloque para acercarse el máximo posible a la mayoría absoluta, asumiendo, eso sí, el hecho inevitable de que tendrán que gobernar juntos.

El liderazgo al frente del PP importa, pero en ningún caso reemplaza el dilema estructural de la fragmentación de su espacio. La dirección anterior aspiraba a moverse en dos pasos; aniquilar a Ciudadanos y luego girarse hacia Vox. Sin embargo, la extrema derecha tiene una enorme capacidad de irradiación e intentar ignorarla jamás le dio resultado ¿Qué hará la dirección actual? ¿Confronta la tesis de la “manta demasiado corta” que implica que taparse la cabeza destapa los pies? ¿Puede aspirar al voto moderado sin dejar más terreno a Vox?

La inercia muchas veces es poderosa. En general, la mayoría de los partidos conservadores en Europa terminan adoptando discursos contemporizadores con la extrema derecha, por ejemplo, en temas migratorios. Es más, en lugares como Francia o Dinamarca los propios socialdemócratas han terminado en posiciones asimilables. A veces los partidos clásicos piensan que así asfixian su crecimiento, otras veces son lógicas de competencias por el liderazgo interno lo que los termina extremando. Ahora bien, rara vez da resultados en términos de votos y con frecuencia es hasta contraproducente.

Ante este dilema, es previsible que haya tensión en la frontera dialéctica y electoral entre Vox y PP: la bolsa de indecisos compartidos aún es grande. De momento los populares parten con la ventaja de que Feijóo es la novedad y probablemente mejore en los sondeos. Sin duda intentarán centrarse en los temas de gestión, en los que su candidato puede tener mejor imagen para confrontar con el Gobierno, pero Vox querrá arrastrarle también a mojarse en aquellas cuestiones con las que rompe los consensos. La izquierda, que insistirá en estos compañeros de viaje, tampoco se lo pondrá fácil. Cuadrar este círculo y tener voz propia es el desafío de un opositor de precisión.

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Sobre la firma

Pablo Simón
(Arnedo, 1985) es profesor de ciencias políticas de la Universidad Carlos III de Madrid. Doctor por la Universitat Pompeu Fabra, ha sido investigador postdoctoral en la Universidad Libre de Bruselas. Está especializado en sistemas de partidos, sistemas electorales, descentralización y participación política de los jóvenes.

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