Poder partido en Argentina
El conflicto entre el presidente y la vicepresidenta impide elaborar una estrategia eficaz para salir de la crisis
La división que vive la cúpula del poder en Argentina entre el presidente y la vicepresidenta complica una situación económica y social de por sí grave. Argentina vuelve a atravesar tiempos convulsos. La inflación es un mal endémico del país sudamericano y se ha disparado hasta el 4,7% en febrero, con lo que ya supera el 50% interanual. Los alimentos se llevan la peor parte, con una subida promedio del 7,5%, un porcentaje que impacta sobre todo entre los más pobres. Los salarios de los argentinos pierden cada día poder de compra, mientras la pobreza, que alcanza al 37%, ha bajado casi cinco puntos con respecto al peor momento de la crisis sanitaria, pero no lo suficiente para recuperar los niveles prepandemia.
El escenario es complejo. Sin embargo, Argentina tiene todavía una oportunidad para salir de esta situación. El acuerdo que acaba de cerrar con el FMI le permite posponer hasta 2026 el plan de pagos de los 45.000 millones de dólares que recibió en 2018. Como uno de los principales exportadores de alimentos del mundo, puede verse beneficiada también por la escalada de los precios internacionales. Su capacidad productiva quedó ociosa durante la pandemia pero ha dado muestras de buena salud, con una subida de la actividad económica de 10 puntos durante 2021.
Los desafíos son enormes y exigen compromisos acordes de la clase política argentina. Pero en buena medida ahí reside el problema. El Gobierno argentino está fracturado en lo más alto. El presidente, Alberto Fernández, no se habla con su vicepresidenta y mentora política, Cristina Fernández de Kirchner. Los diputados y senadores que responden a Kirchner votaron en contra del acuerdo con el FMI en el Parlamento, mientras que sus seguidores marchan por Buenos Aires con cantos de repudio al presidente. Durante la última conmemoración del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, el kirchnerismo movilizó a 70.000 personas hacia la plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada.
La cúpula del poder no se pone de acuerdo sobre las estrategias contra la crisis. El presidente Fernández confía en recuperar la economía aupado por el Fondo. Solo así, dice, volverá la confianza y, con ella, el crédito y las inversiones. Cuenta con el apoyo de una mayoría de gobernadores, aquellos que tienen el poder territorial fuera de Buenos Aires, y buena parte de los sindicatos peronistas; Cristina Kirchner, en cambio, considera que confiar en un plan económico respaldado por el FMI es un gran error. Se remite a la larga lista de fracasos que muestra la historia argentina. Un ajuste fiscal como el acordado sería, según ella, la antesala de una derrota electoral en las generales de 2023.
Mientras tanto, los argentinos de a pie padecen las consecuencias de guerras intestinas de poder. La gravedad de la situación exige políticas de Estado negociadas que cuenten con el apoyo de las mayorías. Las discusiones de palacio solo demoran las soluciones urgentes que la sociedad argentina exige y necesita de sus dirigentes.
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