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Ofensiva de Rusia en Ucrania
Columna
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Deshaciendo a Nixon

Rusia se ha convertido en una potencia en retroceso y desprestigiada, mientras que China se halla en pleno ascenso e incluso en posición de actuar como árbitro del orden internacional que surgirá del actual caos

El portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores chino, Zhao Lijian, asiste a una rueda de prensa en Pekín, China, en una fotografía de archivo de septiembre de 2020.
El portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores chino, Zhao Lijian, asiste a una rueda de prensa en Pekín, China, en una fotografía de archivo de septiembre de 2020.CARLOS GARCIA RAWLINS (Reuters)
Lluís Bassets

No estuvo la actual China comunista en la fundación del orden internacional que hemos conocido hasta ahora. El imperio ruso, aunque fuera bajo el avatar comunista de la Unión Soviética, sí estaba como uno de los dos grandes en la organización de la posguerra mundial y todavía vive de sus rentas. El lenguaje de la historia y de sus conmemoraciones, además de trágico, suele ser irónico. Ahora se han invertido las posiciones: Rusia se ha convertido en una potencia en retroceso, paria y desprestigiada, mientras que China se halla en pleno ascenso e incluso en posición de actuar como árbitro y fundador del orden internacional que surgirá del actual caos.

Tres días antes de que los tanques rusos hollaran la frontera ucrania, el 21 de febrero, se cumplió medio siglo del encuentro entre Mao Zedong y Richard Nixon, que abrió la puerta a la incorporación de la China continental a la comunidad internacional, asestó un golpe diplomático al enemigo cerval de Pekín que era entonces el comunismo soviético y fue la piedra fundacional de la globalización feliz de los últimos 30 años. Ahora, cuando todo ha terminado, se han trastocado las posiciones entre los dos vecinos de nuevo reconciliados: Rusia es el socio menor y China la que manda.

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No se conocen los reproches de Xi Jinping a Vladímir Putin. Pero existen. El presidente ruso miente sin pestañear, a Macron o a quien sea. Esperó a que terminaran los Juegos de Invierno en Pekín para atacar a Ucrania, y probablemente sin informar en detalle a su aliado chino. Y si lo hizo, Xi no podrá perdonarle el fracaso de la invasión relámpago ni sus efectos sobre la economía y la estabilidad mundiales. Rusia es ahora una fuerza disruptiva y unilateralista, que saca rendimientos del caos, mientras que China prefiere la estabilidad y considera sagradas la integridad territorial y la soberanía de los países y, según una expresión oficial, “levanta la bandera de la multilateralidad”.

No hay nada personal en todo esto, como sucede con los negocios mafiosos. Se trata del poder, y del poder mundial, cuestión que a China le interesa en extremo. Y en estas cuestiones, como enseñó el maestro Mao, hay que saber quién es el enemigo principal. Es Estados Unidos y, subsidiariamente, la Unión Europea, comunes a China y a Rusia. Lo dejó claro este martes el portavoz del ministerio de Exteriores, Zhao Lijian, sumándose una vez más a las malas excusas bélicas del Kremlin. Inició su conferencia de prensa con la denuncia del hallazgo en Ucrania de 26 laboratorios de armas biológicas pertenecientes al Ejército de Estados Unidos, parte de un plan de guerra virológica global organizado en 336 instalaciones localizadas en 30 países. Dos semanas después de la invasión, Putin ya tiene las armas de destrucción masiva que justifican su guerra preventiva, y China, de paso, también obtiene una imputación simétrica, frente a la matanza y los crímenes de guerra de Putin, que le permite hacerse hueco como árbitro de una futura negociación de paz.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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