Los tres frentes de Feijóo
El dirigente gallego tendrá que abordarlos en un contexto en que el espacio conservador europeo busca su sitio tras la pandemia, mientras crece una ultraderecha que cuestiona valores de convivencia democrática básicos y Occidente ha de reinventarse tras la invasión rusa de Ucrania
El día 2 de abril, cuando se clausure en Sevilla el congreso del Partido Popular precipitado por una guerra interna sin precedentes, su nuevo presidente Alberto Nuñez Feijóo, elegido “por aclamación”, tendrá al menos tres frentes abiertos.
El primero de ellos es el de la unidad. Isabel Díaz Ayuso en su intervención ante la Junta Directiva Nacional demostró que no se conforma con la cabeza del presidente saliente y toda su dirección, sino que quiere expulsar a cualquiera que le haya atacado. Por si quedaban dudas, la presidenta madrileña dejó claro que está lejos de pasar página, lo que puede tornar en una amenaza al nuevo líder. Mientras, la adhesión a Feijóo no consigue tapar las brechas, pasadas y presentes, de una derecha en plena travesía por el desierto.
El segundo frente al que habrá de atender Feijóo es el de la sombra de la corrupción. Con una sentencia de la Gürtel aún por digerir ―¿se mantendrá esa extraña idea cosmética de vender la sede de la calle de Génova?―, la última crisis del Partido Popular viene motivada de nuevo por una acusación de corrupción. Por mucho que al nuevo presidente de los conservadores le haya faltado tiempo para intentar cerrar el caso de las mascarillas, el asunto está en manos de la Fiscalía, y no dejan de aparecer en los medios noticias relacionadas con ese y otros contratos similares suscritos por la Comunidad de Madrid. La duda persiste sobre un partido que lleva décadas de convulsiones provocadas por sucesivos escándalos, con no pocos dirigentes y cargos públicos pasando por prisión, y que por primera vez en la historia de España vio cómo una moción de censura, motivada en la sentencia del caso Gürtel, le descabalgaba del Gobierno.
El tercer frente no es menor, y tiene que ver con la gran pregunta que hoy se hacen todos los conservadores europeos y cuya respuesta determinará su posición en el espectro ideológico. Se trata de la relación a establecer con la ultraderecha. Por vez primera en España, Vox ha decidido que no se conforma con influir desde fuera y quiere empezar a gobernar. En Castilla y León ahora, previsiblemente en Andalucía en unos meses, y en no pocos ayuntamientos dentro de un año, el Partido Popular debe definirse al respecto, y optar entre recuperar el centroderecha que le ha dado gobiernos o, al contrario, dar alas a sus competidores. De momento, la primera respuesta la dará Mañueco en unos días y, salvo que el calendario se alargue, lo hará con una dirección nacional interina.
Por si estos tres frentes eran poca cosa, Feijóo tendrá que abordarlos en un contexto en que el espacio conservador europeo busca su sitio tras la pandemia, mientras crece una ultraderecha que cuestiona valores de convivencia democrática básicos y Occidente ha de reinventarse tras la invasión rusa de Ucrania. Todo esto, en un congreso sin ponencia política y mientras González Pons niega que el PP deba refundarse.
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