Guía para las arenas movedizas de las elecciones en Colombia
El país latinoamericano irá en mayo, en primera vuelta, a unas presidenciales marcadas hasta el momento por la abundancia de candidatos y la fragmentación del sistema de partidos
Con más de 20 aspirantes a la presidencia, coaliciones que apenas cuajan y un electorado descontento, el tablero electoral colombiano para 2022 es complejo. Ninguno de los muchos candidatos supera el 30% de intención de voto y la gran mayoría no llega ni siquiera al 10%. La campaña está arrancando en forma, y el tablero electoral es arena movediza.
¿Por qué un panorama con tantos aspirantes y tan inestable? Estamos ante un sistema de partidos fragmentado y desconectado de la ciudadanía. Según encuestas del Observatorio de la Democracia, el 80% de los colombianos no se identifica con ningún partido político, y hay poca confianza en el Congreso y otras instituciones. Con partidos desdibujados, abundan los liderazgos personalistas. Adicionalmente, la campaña se adelanta en medio de una crisis pandémica de la que la mayoría de la población no vislumbra todavía una salida clara: el electorado es apático y está insatisfecho con el sistema y sus gobernantes. Así las cosas, los votantes tomarán decisiones sobre la marcha, enfrentados a opciones cambiantes. Ningún aspirante a la presidencia tiene nada garantizado.
Las coaliciones. El domingo 13 de marzo, Colombia irá a las urnas para escoger congresistas y decidir candidaturas a las coaliciones. Estas consultas funcionarán en la práctica como “elecciones primarias”, definiendo quiénes irán a la primera vuelta presidencial, que se celebrará el 29 de mayo. Este proceso de consultas al interior de coaliciones es un fenómeno reciente. En el pasado, las candidaturas presidenciales se definían por mecanismos en el interior de los partidos (encuestas, reuniones a puerta cerrada, o en algunos pocos casos consulta popular) o como resultado de campañas personalistas de recolección de firmas a nivel nacional. Estamos viviendo un proceso donde se fortalecen personalismos y los partidos pierden protagonismo, pero, al mismo tiempo, a través de las coaliciones, se están construyendo nuevas estructuras y alianzas.
Estas coaliciones agrupan a figuras nuevas y viejas de la política, partidos y movimientos en tres grandes toldos: el Pacto Histórico (coalición de izquierda), la Coalición Centro Esperanza y la Coalición Equipo por Colombia (derecha). La coalición de izquierda gravita alrededor de Gustavo Petro: lo incluye como precandidato por la Unión Patriótica y el movimiento Colombia Humana, así como a los partidos Polo Democrático (Alexander López), MAIS (Arelis Uriana), junto con la precandidata por el movimiento Soy Porque Somos (Francia Márquez), entre otros. El líder indiscutible del Pacto es Petro, quien quedó segundo en las elecciones de 2018 y ha sido consistentemente el puntero en las encuestas. Exalcalde de Bogotá y senador, Petro es el candidato de izquierda con mayor proyección y éxito electoral en la historia de un país en el que la izquierda ha sido débil y demonizada por ser percibida como cercana a las guerrillas armadas.
Muchas personas consideran que la ventaja de Petro en las encuestas es señal de que pasará a la segunda vuelta, que se celebraría en junio. Aunque Petro tiene devotos fervientes en una porción importante del electorado, lograr apelar a votantes más allá de su base es su gran desafío. Su victoria no está cantada: el apoyo no es mayoritario y sus negativos en las encuestas son muy altos.
En oposición al Gobierno actual y como alternativa a Petro se presenta la Coalición Centro Esperanza. Agrupa a candidatos independientes y de movimientos (como Alejandro Gaviria o Sergio Fajardo), otros que abandonaron sus partidos (Juan Fernando Cristo, Jorge Enrique Robledo), y precandidatos por partidos que renacen tras décadas de inactividad (como Juan Manuel Galán y hasta hace poco, Ingrid Betancourt). El centro decidió unirse e ir a consulta para escoger candidato único a finales de 2021, tras acercamientos en los que fue clave Betancourt, quien llevaba años alejada de la política. Ninguno de los autodenominados “de centro” tiene una clara ventaja sobre el resto y están teniendo dificultades en construir un proyecto colectivo. Tras algunos desacuerdos públicos a finales de enero, el más reciente culminó en la salida de Betancourt de la coalición.
A la derecha del espectro ideológico se configuró recientemente la Coalición Equipo por Colombia. Aquí también hay una amalgama de figuras independientes (Enrique Peñalosa y Federico Gutiérrez) en asociación con líderes de partidos (Alejandro Char, Dilian Francisca Toro y David Bargüil). Esta coalición de derecha, que tampoco tiene un liderazgo claro, busca conquistar el espacio del espectro político que hasta hace poco dominaba el partido Centro Democrático, fortín del expresidente Álvaro Uribe. La debilidad del presidente Iván Duque (heredero político de Uribe), los escándalos recientes en su Gobierno, y el pésimo desempeño de presidente y expresidente en las encuestas de favorabilidad contribuyen a un momento complejo en la derecha. En contiendas presidenciales anteriores el Centro Democrático contó con mucha fuerza desde temprano. Hoy, aunque es de los pocos partidos que tienen candidato propio para la primera vuelta —Óscar Iván Zuluaga— esta candidatura no despega. Incluso ha habido conversaciones para que ingrese a la coalición de la derecha.
Fuera de las coaliciones están el mencionado partido Centro Democrático, ahora Ingrid Betancourt, y crece una opción que puede llegar a ser la sorpresa electoral: el candidato independiente Rodolfo Hernández, exalcalde de Bucaramanga. Conocido por su estilo confrontacional, su hábil manejo de las redes sociales y su discurso anticorrupción, Hernández es un candidato de tinte populista. Su campaña estilo “el llanero solitario” tiene el potencial de conectar muy bien con un electorado inconforme e indeciso.
¿Qué viene? Aunque el proceso de organización de coaliciones podría brindarle estructura a la contienda electoral al organizar a tantos aspirantes en tres grupos con cierta coherencia ideológica, tal vez no todas las coaliciones sobrevivan a la arenas movedizas. Todavía quedan meses de campaña y negociaciones entre los líderes y precandidatos en el interior y alrededor de las coaliciones. Mucho puede cambiar.
La inestabilidad del tablero electoral trae consigo varios interrogantes, de los que quiero resaltar dos. Primero, la crisis de los partidos es un problema para la democracia colombiana. Incluso si una coalición gana, no es claro que ninguna tenga la capacidad de traducir lo construido en campaña en gobernabilidad una vez en el poder. Si la coalición ganadora no tiene contraparte en el Congreso, podría ver su agenda frenada. De otro lado, si gana un proyecto más personalista, se enfrentaría a problemas de gobernabilidad muy similares.
Segundo, la previa de la campaña ha sido larga, sucede en el marco de una crisis, y como vimos, tiene demasiados jugadores. Esto genera apatía en una ciudadanía harta de la clase política y aumenta la desafección. Hasta ahora, la mayoría de los presidenciables parecen más concentrados en el ajedrez de las alianzas que en hablarle a la crisis social y económica que hierve bajo la superficie. El escenario no es fácil: una economía fuertemente golpeada por la pandemia, altos índices de desempleo (especialmente entre mujeres y población joven), con un presidente impopular. Colombia viene, además, de años de descontento en las calles, con movilizaciones masivas a nivel nacional en 2019 y 2021. A eso se le suma el deterioro de la seguridad en varias zonas de país, el aumento de la violencia política y problemas con la implementación del proceso de paz. En Colombia hay mucho descontento, incertidumbre y poco liderazgo capaz de canalizarlo.
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