Río Cofio
Quienes se bañaban en las pozas de aquel río no pueden olvidar la tristeza y la desesperación de quienes lo vieron degradarse día tras día. Recuperarlo es una labor de décadas, pero lo terrible es pensar que no hayamos aprendido nada de aquellos comportamientos tan dañinos
En una novela reciente, un personaje afirma que el cerdo es nuestro petróleo, nuestra mina de oro. Y para corroborarlo ofrece el dato de que España exporta anualmente tan solo a China en torno a 90 millones de toneladas de carne de porcino. Por ahí quizá vamos a entender mejor la controversia en torno a unas declaraciones del ministro de Consumo con críticas a las macrogranjas de producción intensiva. En realidad la discusión se vio contaminada por la proximidad de la campaña electoral castellanoleonesa, pero al pasar de los días queda un reguero de información bastante contundente. La regulación y las condiciones para el negocio de las macrogranjas tienen que dictarse no tan solo de acuerdo al volumen de negocio, empleo generado y beneficios económicos, sino también considerando el impacto ecológico y el respeto para la salud y la calidad de vida del entorno agredido. En esos márgenes se resuelve la controversia. Por más que algunos quieran presentar los semáforos rojos como una coacción contra la autonomía de los conductores, en realidad refuerzan la libertad general, pues salvan la vida de los peatones.
El azar enlaza a veces las noticias con un sentido irónico profundamente significativo. En los mismos días de la trifulca a cuento de las macrogranjas, un ciudadano estadounidense recibía el trasplante de un corazón de cerdo modificado genéticamente. Conocíamos al desarrollar esa información que incluso existe allí una granja de cerdos destinada a la producción de órganos para uso médico, pues el puerco presenta una serie de similitudes fisiológicas con el ser humano que quizá nos debería llevar a tratarlo con un poco más de familiaridad. Tras este trasplante muchos científicos advierten de que sin regulación, el negocio salvaje en la salud podría acabar con la utopía de la sanidad pública a duras penas lograda. Ya veremos. Para redondear la anécdota, se ha sabido que el paciente trasplantado en su pasado se había comportado como un cerdo, por usar esa metáfora tan injusta. Años atrás había apuñalado y causado la invalidez permanente de un amigo que osó tontear con su pareja. Es decir, que nadie tema que un injerto porcino vaya a perjudicar el comportamiento humano.
Todo este asunto termina donde empieza, en la campaña electoral. Pablo Casado se retrata frente a unas vacas que pastan alegres para defender las explotaciones ganaderas intensivas. Es como posar en una playa para defender las estaciones de esquí. Algo muy raro. Pero además lo hace en Las Navas del Marqués, lugar en el que algunas explotaciones vacunas sin control en los años ochenta causaron la contaminación del río Cofio. Un precioso afluente del Alberche que baja entre meandros desde la sierra abulense al embalse de San Juan. Corrían esos tiempos en que en España todo valía para el desarrollismo y nadie frenaba los desastres ecológicos, el negocio contaminante y la degradación de los bienes colectivos. Quienes se bañaban en las pozas de aquel río no pueden olvidar la tristeza y la desesperación de quienes vieron degradarse su río día tras día. Recuperarlo es una labor de décadas, que aún no ha terminado del todo, pero lo terrible es pensar que no hayamos aprendido nada de aquellos comportamientos tan dañinos. La regulación firme y racional permite la convivencia de intereses particulares distintos. El resto es recuperar la caverna a través de las urnas.
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