Enviciado
T.S. Norio, ha escrito un libro titulado ‘El vicio de Napoleón’ cuyo genitivo es engañoso: no trata sobre algún pecado capital de Napoleón sino de la obsesión del escritor con el gran corso
Si usted cree tener un vicio deje de sentirse culpable porque lo que le sucede es lo contrario, es el vicio quien le tiene a usted. Somos mártires de nuestros vicios y el vicioso suele odiarse por esa irritante comezón. Aunque no todos, así, por ejemplo, en el cuento infantil Pedro y el lobo, sólo cuando está a punto de morir devorado se arrepentirá Pedro de haber mentido toda su vida. Porque una de las cualidades realmente extrañas del vicio es que, aunque sabemos que es dañino, al vicioso le produce placer.
Fue Gregorio Nacianceno quien propuso siete grandes vicios: la vanagloria, la avaricia, la lujuria, la envidia, la gula, la ira y el tedio. Estos serán luego los célebres pecados capitales, pero con el tiempo han ido cambiando e incluso alguno se ha extinguido. En cambio, han aparecido vicios nuevos. Así, por ejemplo, un escritor asturiano, T.S. Norio, ha escrito un libro titulado El vicio de Napoleón (KRK) cuyo genitivo es engañoso: no trata sobre algún pecado capital de Napoleón sino sobre un vicio de T.S. Norio que es pasar la vida obsesionado con el gran corso. Hay mucho napoleópata, gente que no puede prescindir de un sólo detalle: de sus manías, sus portentos, sus líos, sus amantes, su vestimenta, su dieta. Algunos datos son interesantes, como cuando inventó las fake news a partir de 1805 mediante los Boletines de la Grande Armée que mentían sistemáticamente sobre el resultado de las batallas. Otros inventos son más simpáticos, como imponer las hileras de árboles a ambos lados de las carreteras para dar sombra a los caminantes pobres. Y un cierre de Norio: Napoleón es, después de Jesús de Nazaret, el personaje más biografiado de la historia. Así que él añade otra, con la intención de matar a su vicio para siempre. Como el que deja de fumar, pero se guarda la cajetilla con gesto decidido.
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