Dickens resucita en la plantación de Amazon
Los tornados en EE UU dejan una foto siniestra de la realidad laboral de unos trabajadores a los que incluso se prohibía el móvil
La gran diferencia entre los tiempos de Dickens y los nuestros es que no necesitamos al fantasma de las Navidades futuras para contemplar en qué vamos a convertirnos, como el señor Scrooge del Cuento de Navidad, porque el fantasma de las Navidades presentes ya nos sirve de sobra. La cadena de tornados en EE UU ha iluminado la zona oscura en la que habitan los pobres y menesterosos de este siglo XXI en el corazón de las sociedades más avanzadas del mundo. Y son muchos. Y son nuestros. No de China, ni de Bangladés.
Los trabajadores del almacén de Amazon en Illinois sacudido por el tornado no solo tenían prohibido el móvil, lo que está dificultando su rescate y habrá aumentado su angustia y la de sus familiares sin ninguna duda, sino que ni siquiera estaban bien contabilizados. Solo siete de los 190 empleados de esa plantación de nuevo cuño de Amazon lo son (o eran) a tiempo completo. El resto son (o eran) trabajadores tan volátiles como estos fenómenos meteorológicos que nunca habíamos conocido. La informalidad, precariedad y penosas condiciones vitales y humanas de esa empresa que nos trae los regalos a la puerta es solo muestra del estercolero laboral en que se convierte nuestro mundo.
Hay tornados que sirven para investigar el cambio climático. Estos sacan además una foto de una realidad laboral que incluye, por ejemplo, la permanencia en el puesto en la fábrica de velas de Mayfield (Kentucky) cuando ya habían sonado las alertas. Suena a trabajos forzosos y en teoría no lo son, porque todos los que se aplican a currar a destajo por 12 euros la hora en vísperas de Navidad lo hacen porque lo necesitan. Pero todo va adquiriendo un aire de antigua plantación de algodón, de submundo, del pobre empleado del señor Scrooge, tan apretado de medios que ni siquiera puede atender a su hijo moribundo.
Y el retrato que nos dejan los tornados nos desnuda, como lo hizo en la ficción Nomadland, en la que Frances McDormand interpretaba a una americana sin más hogar que una caravana, sin más trabajo que el que hacía ocasionalmente en Amazon ni más vínculos con la empresa que el de cumplir y cobrar. O la serie La asistenta, en la que la relación de la protagonista con las caseras a las que sirve está mediatizada por una empresa de condiciones antihumanas.
Esa es nuestra realidad. Y luego están los discursos. Feliz Navidad. @bernagharbour
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