Castillo aguanta el embate
La oposición vuelve a abusar de una moción de censura para acabar con el presidente peruano, pero fracasa en el intento
El presidente de Perú, Pedro Castillo, superó este martes un intento de moción de censura, después de que el Congreso rechazase debatir una medida que se ha vuelto recurrente en el país sudamericano en los últimos años. Aunque constitucional, el abuso de la figura de vacancia (o proceso de destitución), lejos de servir para rendir cuentas a los mandatarios, corre el riesgo de cronificar la inestabilidad del país.
Desde 2017, el fujimorismo y sus aliados han recurrido hasta en cinco ocasiones a este mecanismo de revocación del mandato presidencial. Lo hicieron primero contra Pedro Pablo Kuczynski dos veces, después otras dos contra Martín Vizcarra, y ahora han vuelto a recurrir a la moción de vacancia para intentar destituir a Pedro Castillo “por permanente incapacidad moral”. Los motivos que llevaron a la diputada de la oposición Patricia Chirinos, del partido derechista Avanza País, a presentar la propuesta, respaldada por Keiko Fujimori —que perdió las elecciones ante Castillo tras reclamar un inexistente fraude electoral—, fueron los nombramientos de ministros supuestamente relacionados con el terrorismo, las interferencias del secretario de la presidencia Bruno Pacheco en los ascensos militares y el trato preferencial que Castillo quiso dar a una empresa.
La primera ministra, Mirtha Vásquez, intervino con firmeza para criticar la conducta del asesor del presidente, y Pacheco tuvo que dejar su cargo. La voluntad de la oposición de seguir erosionando a Castillo no cesó ahí, sin embargo, y en las últimas semanas también se le criticó por la utilización de la casa que fue sede de su campaña electoral para reuniones ya como presidente, algo sobre lo que le había alertado la Contraloría peruana en sus funciones fiscalizadoras.
La falta de transparencia ha sobrevolado el mandato del presidente peruano desde su inicio, sin que haya ayudado a reforzar la confianza de la población ni a corregir la incertidumbre que ya pesa sobre él, en parte por la constante presión que ejerce sobre su liderazgo Perú Libre, el partido que lo llevó al poder y que preside una dudosa figura como Vladimir Cerrón. A ello se une la descarnada oposición, que lidera Keiko Fujimori, cuyo único objetivo es torpedear su mandato sin importarle el coste para el país.
La moción de vacancia, contemplada en la Constitución, puede ser vista como una muestra de la solvencia democrática de Perú con respecto a otros países de América Latina. El mecanismo solo se había usado tres veces entre 1823 y 2000, pero en los últimos cinco años se ha vuelto un arma arrojadiza más en el siempre encrespado Parlamento peruano. Debería preservarse esta figura como recurso extremo y no prácticamente como primera medida o instrumento de acoso político con escaso fundamento. La altura política de miras y la búsqueda de acuerdos no se reconocen en esa forma de ejercer la oposición.
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