A la deriva en el canal de la Mancha
La UE muestra unidad ante el intento del primer ministro británico de utilizar políticamente a la inmigración
La tensión indisimulada entre los líderes de Francia y el Reino Unido desde que se hizo efectivo el Brexit ha alcanzado un nuevo grado a cuenta de la inmigración irregular. La tragedia de 27 migrantes que se ahogaron en aguas del canal de la Mancha el pasado miércoles llevó la atención de Europa momentáneamente de los campamentos de desesperados en la frontera de Bielorrusia a los campamentos cerca de Calais, Francia, donde más de un millar de personas esperan una oportunidad de jugarse la vida para llegar al Reino Unido. Ni el fenómeno ni la tragedia son nuevos, desgraciadamente, pero el episodio ha agriado aún más la ya debilitada relación entre Boris Johnson y Emmanuel Macron con una nueva vía de fricción.
Con la mayoría de cadáveres aún en el agua, Johnson y Macron coincidieron en tomar la iniciativa política para atacar el problema de la migración irregular en el Canal. El jueves, Johnson convirtió las buenas intenciones en un bochorno diplomático al publicar en Twitter una carta a Macron. En ella proponía un acuerdo de colaboración por el que el Reino Unido ayudaría en la vigilancia de las playas de Calais y tanto Francia como la UE se deberían comprometer a readmitir en su territorio a los inmigrantes interceptados en el mar. Macron reaccionó acusando a Johnson de ser “poco serio”, y retiró una invitación ya cursada al Reino Unido para participar en una reunión de urgencia el domingo a nivel europeo, en la que se decidió desplegar un avión de la agencia europea de control de fronteras (Frontex) en Calais.
La carta de Johnson solo se puede entender como un intento de mostrar iniciativa urgente y de trazo grueso ante sus fieles. El precio es irritar a las autoridades francesas y provocar a la UE, un precio que Johnson ya ha dejado claro que le parece menor. La propuesta viene a tratar a Francia de manera condescendiente, y por extensión a la UE, como un territorio emisor de migración que debe ser controlado. Francia, por su parte, responsabiliza al Reino Unido de facilitar este drama por no tener un mejor sistema de inmigración legal y porque la facilidad para trabajar sin papeles actúa como incentivo. La UE ha mostrado su respaldo a Francia, como no puede ser de otra forma cada vez que la deriva ultranacionalista de Johnson desborda el terreno meramente retórico.
La tragedia en el canal es menor ante las cifras del Mediterráneo (2.266 muertos en 2020, según la ONU) o la ruta atlántica hacia Canarias (786 víctimas en nueve meses de 2021). El episodio exige mirar más allá de la gesticulación política de las dos partes, alentada por la desconfianza personal y la creciente inquietud electoral de ambos líderes. Además de puestos políticos, hay muchas vidas en juego. La realidad subyacente es que miles de personas cruzan cada año continentes enteros para llegar a Europa, llámese Ceuta, Lampedusa o Londres, y que miles de ellas mueren en el intento. A pesar de ello, no existe una gestión coordinada de las fronteras más allá de la contención. Europa puede aspirar a ordenar esos flujos creando medios ágiles y transparentes de migración legal en los países de origen, y una aplicación más generosa del derecho de asilo, al tiempo que exige mayor control a los países de tránsito y ofrece colaboración. Exactamente lo que se reclaman mutuamente Francia y el Reino Unido.
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