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Columna
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Cara al sol por error

Casado lleva tiempo coqueteando con un electorado al que no le parecería escandaloso ni raro que su candidato lanzara vivas a Franco. Al final, de tanto buscar a ciertos votantes, acabas comulgando con ellos

El líder del PP, Pablo Casado.
El líder del PP, Pablo Casado.Iñaki Berasaluce (Europa Press)
Sergio del Molino

Una amiga hortera de cuyo mal gusto aún no estábamos informados nos recomendó un restaurante ideal para una cena íntima, y allá fuimos mi pareja y yo. Nos mosqueó que fuera un salón desangelado con unas mesas larguísimas para mil comensales. La nuestra era la única mesa para dos y estaba arrinconada en una pared. Debimos habernos marchado entonces, pero nos sentamos y pedimos lo menos horrible que ofrecía la carta mientras cientos de chicas disfrazadas con penes de goma por sombrero irrumpieron al compás de una borrachera que cultivaban desde primera hora de la mañana. Sin escapatoria posible, nos vimos asediados por varias despedidas de soltera que habían encargado un menú erótico donde los platos tenían formas genitales. Mi pareja y yo superamos aquella noche y fortalecimos nuestra relación, porque los traumas unen mucho, como saben los soldados que se hacen amigos en la batalla.

Cuento esta anécdota en solidaridad con Pablo Casado, sin ánimo de comparar mi despiste con el suyo: es mucho peor cenar junto a una despedida de soltera que colarte por error en una misa por Franco en el aniversario de su muerte. Es tan absurdo y obsceno que hay que dar por buenas las explicaciones de su equipo, dignas de un episodio de Vamos Juan o una tira de Ivà: creía que era una misa normal, sin caralsoles ni fascistas. Acepto esta versión con el estoicismo que derrochaba Maki Navaja en su muletilla: “Pos bueno, pos fale, pos malegro”. Yo te creo, Pablo, y sé que los cánticos franquistas de esa noche resonarán en tus pesadillas como en las mías se bambolean aún los penes de goma de aquella despedida de soltera, tantos años después. Te creo porque la hipótesis contraria no hace gracia y no cabría en un guion de Vamos Juan o Maki Navaja.

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Casado se recuperará de este lío por dos razones. La primera tiene que ver con lo que Iván Redondo llamaba la “economía de la atención”: en un mundo hiperestimulado, todos los escándalos duran un par de días. Ya estará casi olvidado cuando se publique esta columna. La segunda razón es más triste y preocupante: Pablo Casado lleva tiempo coqueteando con un electorado al que no le parecería escandaloso ni raro que su candidato lanzara vivas a Franco. Al final, de tanto buscar a ciertos votantes, acabas comulgando con ellos. Literalmente, como dicen los jóvenes. No querría juntarse con ellos, pero la inercia le ha llevado hasta allí, como los caballos sin jinete que reconocen el camino a casa por puro instinto.

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Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

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