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COLUMNA
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En el aquelarre de Casado y Vox

El líder del PP parece empeñado en seguir sumergiéndose paso a paso en la cloaca de la degradación retórica

Detalle de 'El aquelarre', cuadro de Francisco de Goya pintado en 1798.
Detalle de 'El aquelarre', cuadro de Francisco de Goya pintado en 1798.
Berna González Harbour

Hay insultos que retratan a quienes los usan, y no a quienes van dirigidos, y estos días hemos visto alguno.

La saga la empezó un diputado de Vox que llamó bruja a la socialista Laura Berja en un pleno del Congreso. Y esta vez ha sido el propio presidente del Partido Popular, Pablo Casado, quien ha seguido la corriente y ha agitado el espantajo de la brujería al calificar de “aquelarre radical” la reunión de varias dirigentes progresistas en Valencia tan elegidas por los ciudadanos como lo ha sido él mismo. Llevado del ronzal por Vox y empeñado en seguir sumergiéndose en la cloaca de la degradación retórica, el líder popular nos ha regalado en los últimos días varias perlas para enmarcar, sin que sepamos si ese derrotero está diseñado para seguir pescando en las aguas de la ultraderecha o le sale de natural.

Aquelarre es una reunión nocturna de brujas y brujos con la supuesta intervención del demonio en la figura de macho cabrío. En tiempos en que peligraba la razón, Goya nos dejó el retrato de unos cuantos para reflejar el poder de la superstición y las creencias alternativas entre la gente que había perdido la esperanza en la propia Iglesia o en la sociedad en general. Brujas que acumulaban fetos, que ensartaban a los bebés muertos, brujas capaces de volar, de dirigir a las masas hacia sus truculencias y de abrir caminos alternativos a quienes no encontraban paz en los más convencionales. El poder de la brujería había crecido y creció entonces en los márgenes, allá donde no llegaba el pan, el sustento o el consuelo de la religión. La Inquisición lo persiguió, pero si alguien utilizó la acusación con más fiereza todavía que la Iglesia fue la sociedad civil, las miserables élites locales que acostumbraron a adjudicársela a cualquier recién llegada o vecina que les molestara y pusiera en entredicho su poder, como ha investigado la historiadora María Tausiet.

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Convendría que Casado y Vox tuvieran en cuenta todo esto, no vaya a ser que nos percatemos de que actúan como esos miserables dueños del cotarro medieval que señalaban a quienes desafiaban su pequeño dominio de la situación. Hay insultos, como decíamos, que retratan a quienes los usan. Porque Casado está uniendo su discurso al de Vox de forma estridente y sin matices y porque las supuestas brujas solían ser inocentes. La hoguera que encienda el PP para quemarlas no será gratis.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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