El camino es la recompensa
Óscar Washington Tabárez, extécnico de la selección de Uruguay, impuso una manera de entrenar y de competir con la que marcó una era de leyenda
Hay personas que cambian la historia de un oficio. Óscar Washington Tabárez (Montevideo, 1947) es uno de ellos. Un maestro de escuela que puso la docencia al servicio del fútbol o de la vida que, a veces, es casi lo mismo, porque es imposible convencer a generaciones enteras de algo de lo que no se está seguro. El Maestro impuso una manera de entrenar y de competir con la que marcó una era de leyenda.
Tabárez logró que su manera de ver el deporte impactara la sociedad uruguaya y de paso, dejó lecciones en diferentes escenarios en los que era invitado a hablar como parte de su profesión o a causa de ella. “El camino es la recompensa”, dijo levantando el puño izquierdo ante la multitud que lo recibía como héroe tras la inolvidable actuación de Uruguay el Mundial de Sudáfrica. Una frase que se volvió parte de la cultura popular, el Maestro es un influencer sin canal de YouTube.
En tiempos en los que el éxito inmediato es un mandato, resistió 15 años y más de 200 partidos al frente de la Selección de Uruguay. Como hombre de fútbol siempre supo que solo los triunfos garantizan los vínculos afectivos y contractuales. En el deporte la gloria es efímera. Un día se está celebrando ante miles de personas y al siguiente hay que volver al trabajo. Como la vida, ya lo dije. De eso se trata.
En el país de los tres millones de habitantes y las dos Copas del Mundo, Tabárez puso en marcha un proyecto de formación para las selecciones juveniles basado en enseñar, entrenar y evaluar no solo en conceptos tácticos y técnicos del juego sino en valores. Saludar y agradecer como gestos básicos y la educación (“acceso al universo cultural”) como principio fundamental para formar personas. Muy pocos chicos llegan a ser profesionales.
Siempre afirmó que los ‘chiquilines’ que pasaban por el complejo deportivo Celeste eran su contacto directo con la realidad, las carencias y los retos de su país. Se comprometió con los jóvenes y su rol de formador. Alguna vez escuchó junto a los futbolistas de la Sub 17 la canción José Sabía de la banda La Vela Puerca, porque como dice la letra “cuando todo parece jodido es cuando hay que poner”. Ese es el Maestro.
Un hombre serio, de convicciones firmes y palabras justas. Una de sus intervenciones más contundentes fue en Brasil 2014: cuestionó el poder y los intereses tras la sanción a Luis Suárez por el mordisco a Giorgio Chiellini. “Hay acosos que parecería que son eternos”, dijo. “No es prudente coincidir con personas que manejan criterios, procedimientos y valores muy diferentes a los que yo creo tener”, agregó tras anunciar que dejaba su cargo en la comisión de estrategia de la FIFA.
En una oportunidad lo vi molesto cuando un periodista le preguntó que si firmaría un empate ante Colombia. “Esas no son cosas del fútbol”, respondió sin espacio a bromas. Por esos días, se recuperaba del síndrome de Guillain-Barré que le impedía caminar con normalidad. Así, agarrado de su bastón subió las escaleras a la cancha del estadio Metropolitano de Barranquilla en donde fue recibido entre aplausos por los aficionados. Una ovación inolvidable.
Respeto es la palabra que define su relación con el mundo del fútbol. Sin embargo, los resultados de la Celeste en las Eliminatorias al Mundial de Qatar generaron un clima de tensión que ni la lealtad de sus jugadores pudo conjurar. Le cuestionaban el estilo, la propuesta, la velocidad… de su equipo y la propia. A falta de cuatro partidos y con un escueto comunicado la Asociación Uruguaya de Fútbol anunció la finalización de su contrato. En minutos su apellido fue tendencia.
Con el paso de los años y de las Copas del Mundo la pregunta sobre su retiro se había hecho cada vez más frecuente. En una entrevista respondió citando a Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, que le ilusionaba “envejecer haciendo”. 36 años después de su debut como técnico se le valora no solo lo que hizo, sino lo que generó. Aunque se vaya, Tabárez siempre estará…
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.