América Latina, un actor clave para la acción climática global
Pasar de la teoría a la acción no es sencillo, pero no hay hogar, empresa, sector o gobierno que escape al impacto del calentamiento global
América Latina y el Caribe es una región privilegiada. No se trata de un privilegio otorgado por alguna autoridad, sino que proviene de su rica biodiversidad y de los recursos naturales que emanan de cada uno de sus países. Si bien este privilegio natural no es inagotable, puede convertirse en nuestra principal ventaja competitiva en las próximas décadas, y también en un gran balón de oxígeno en la lucha contra el cambio climático global.
La biodiversidad de la región nos convierte en un actor privilegiado de la acción climática. Se calcula que hasta el 37% de las necesidades de mitigación frente al cambio climático pueden afrontarse con soluciones basadas en la naturaleza. Por ejemplo, reducir la degradación y destrucción de los bosques, manglares y otros ecosistemas puede minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero. Aquí cobra especial relevancia la protección de la Amazonía -la mayor selva tropical de mundo-, del desierto de Chihuahua, de las cuencas hidrográficas de Chile y de otros importantes parajes naturales para el planeta.
Si tomamos en cuenta que América Latina y el Caribe alberga alrededor del 60% de la biodiversidad, el 50% de los bosques primarios y el 28% de la tierra con potencial para la agricultura, se hace evidente que nuestro privilegio natural es clave para preservar la estabilidad climática global. El planeta necesita del liderazgo de América Latina para garantizar su propia supervivencia, y la región deberá aprovechar esta posición para lograr un crecimiento económico sostenido que le ayude a superar las brechas estructurales en pobreza, competitividad e inclusión.
Pasar de la teoría a la acción no es sencillo, pero no hay hogar, empresa, sector o gobierno que escape al impacto del calentamiento global. Aunque la región no ha dañado sus ecosistemas naturales tanto como algunas economías avanzadas, seguimos dependiendo en gran medida de los combustibles fósiles, al tiempo mantenemos sistemas de producción y servicios poco modernos e intensivos en el uso de recursos naturales.
En primer lugar, debemos actuar de manera coordinada para preservar nuestros ecosistemas. Más de la mitad de los países de la región cuentan con el 17% de su superficie terrestre protegida, pero el resto tiene niveles de alrededor del 10%. Por eso, para lograr una conservación adecuada de la biodiversidad necesitamos restaurar más ecosistemas que proporcionan servicios esenciales e incrementar su resiliencia, establecer nuevas áreas protegidas en zonas terrestres y marinas, y abogar por estrategias nacionales en diversidad biológica.
Una de las buenas noticias que llegaron de la COP 26 de Glasgow es el acuerdo entre Colombia, Costa Rica, Ecuador y Panamá para conservar el Corredor Marino del Pacífico Este Tropical, ecosistema que genera USD 3.000 millones anuales derivados principalmente de la pesca, el turismo y el transporte marítimo. En este sentido, CAF también anunció que aportará 1 millón de dólares para hacer el plan de acción del área protegida.
Pero quizás el eslabón más difícil de salvar en la lucha contra el cambio climático tiene que ver con las necesidades financieras. A nivel mundial, se deben duplicar las inversiones en proyectos de energía hasta 5 trillones de dólares para 2030 para enfrentar el desafío de ser neutros en carbono para 2050. Paralelamente, hasta 2050 necesitamos invertir 8,1 billones de dólares para proteger los ecosistemas naturales y la biodiversidad.
El financiamiento verde en América Latina alcanzó casi los 8.000 millones de dólares en 2019, pero todavía estamos lejos de los 110 mil millones que necesitamos para adaptarnos al cambio climático. Para hacer frente a estas cifras abrumadoras, es fundamental adoptar nuevos instrumentos financieros que por un lado garanticen la financiación actual y, por otro, atraigan nuevas inversiones del sector privado. En este sentido, los bancos multilaterales jugarán un papel importante en catalizar fondos y ofrecer la seguridad que los inversores necesitan para realizar grandes desembolsos.
Para convertirnos en un actor climático global relevante, también necesitamos compromisos. Desde CAF planteamos una agenda para convertirnos en el banco verde de América Latina. Esta agenda se basa en alinear los sectores económicos y reorientarlos hacia la responsabilidad social ambiental. También generaremos una oferta financiera competitiva que movilice recursos para proyectos ambientales, forestales e hídricos, por ejemplo. Además, nuestro financiamiento verde pasará del 26% en 2020 al 40% estimado en 2026.
A pesar de la magnitud de los desafíos, América Latina y el Caribe tiene potencial para reorientar su rumbo. Para eso, debemos estructurar nuestros modelos de desarrollo con base en nuestro privilegio natural. De esto depende la sostenibilidad climática global, el desarrollo socioeconómico regional y el bienestar de todos los latinoamericanos.
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