El ‘ménage à trois’ de Carmen Mola
La polémica en torno al Premio Planeta es relevante porque existen diferencias sustanciales en producción literaria, premios y presencia institucional de las mujeres en la industria del libro
Son muchas las autoras que objetan una supuesta especificidad femenina del texto literario que reduciría la literatura de mujeres a un subgénero. Algunas evitan permanecer encasilladas en una “literatura de mujeres”, como la escritora camerunesa Leonora Miano, quien afirma que sus novelas hablan de seres humanos, sea cual sea su sexo. Otras optan por un protagonista masculino con el fin de lograr un reconocimiento más amplio. Es el caso de Vernon Subutex, novela de Virginie Despentes, considerada un retrato de su generación por haber elegido un protagonista masculino, algo que probablemente no hubiese ocurrido al contar la historia de una mujer en apuros. La polémica en torno al reciente Premio Planeta, concedido a Carmen Mola, demuestra que estamos ante un fenómeno literario y comercial de interés. Si bien antes de desvelarse la identidad de Carmen Mola, nadie imaginó que fuese de autoría masculina, menos aún que fuese una autoría coral a seis manos. Desde que la noticia saltó, parece perturbar, y mucho, la elección de un nombre de mujer que esconde el ingenio, digámoslo, de tres hombres. ¿En qué medida influye el nombre del autor/a en la recepción de una novela? Existen sesgos sexistas como el de asociar la literatura escrita por mujeres a una literatura intimista. Lo que pone de manifiesto que la percepción del género y su representación por parte del público constituyen un constructo social que precede a la lectura de la propia obra. Como afirmó Christine Delphy, “el género precede al sexo”, y el pseudónimo de Carmen Mola confirmaría este aforismo.
¿Es necesario todavía en la actualidad enmascarar el verdadero nombre para lograr el éxito? Si otrora fue necesario para las mujeres elegir un seudónimo masculino, ¿puede parecer hoy una burla lo contrario, elegir un seudónimo de mujer? ¿Por qué ha molestado tanto este disfraz identitario? Se ha hablado incluso de “trampa”. Sin embargo, esta estrategia editorial, de doble seudónimo, desvela también la “performatividad del género” (Judith Butler); ¿cómo se deconstruye el semantismo de un “nombre”, cuyo “género gramatical” (el nombre de Carmen Mola sólo deber ser “mujer”), viene asociado de facto, por razones culturales, al género femenino? Este ha sido parte del éxito. En la línea de Butler, en este doble desvelo de identidades viene a cristalizarse el “género en disputa”, presto a subvertir las imposiciones en materia de sexualidades, pues las identidades sexuales se reducen a constructos culturales. Ocultar la identidad de Carmen Mola viene a confirmar el acierto del eslogan del movimiento feminista de los años 70: “Lo privado es político”. Haber desvelado la identidad de Carmen se convierte en un gesto político e infalible —performativo (Butler)—, no sólo porque no exista precedente en la historia del Premio Planeta, sino que depara un futuro incierto respecto de dicha circunstancia atípica en el mercado editorial.
¿Es más fácil publicar con un nombre de mujer? ¿Es el seudónimo una mera estrategia comercial? Las mujeres encabezan la lista de libros más vendidos: María Dueñas, Irene Vallejo, Eva García Sáenz de Urturi. Las cifras demuestran que ellas leen más y compran más libros. Pero también las instituciones han hecho un esfuerzo en premiar a mujeres, y darles una mayor difusión. Sin embargo, según datos del Ministerio de Cultura, el mercado editorial publica casi al doble de hombres que mujeres, ellas siguen infrarrepresentadas en premios y prácticamente invisibilizadas en los manuales de la Historia de la Literatura Universal.
Carmen Mola responde a una presunta ironía de sus creadores y al márketing editorial para demostrar que las mujeres venden más porque hay más lectoras y quizás porque ¿el morbo funciona más si el nombre de una novela es de mujer? Pero también Carmen Mola da la razón a quienes argumentan que no debería importar si el autor es hombre o mujer sino si gusta o no al público. En un momento en el que hay sectores que pretenden negar —o diluir— la diferencia sexual, esta anécdota, que ha suscitado críticas desde el feminismo, sienta un precedente similar al del Festival de Cine de San Sebastián que, por primera vez este año, eliminaba las categorías masculina y femenina de sus premios, al primar así la calidad interpretativa independientemente del género. Carmen puede no molar a quienes piensan que es un engaño, porque ignora la infrarrepresentación de las mujeres en el ámbito artístico y literario, y porque da argumentos a quienes niegan el feminismo con la excusa de que no sólo hemos conseguido la igualdad, sino que ahora existen más posibilidades de publicar si se es mujer. Mientras existan diferencias sustanciales en producción literaria, premios y presencia institucional, la clasificación por sexos es, de momento, el único instrumento para medir y para hacer crítica feminista.
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