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Columna
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Gobernadoras de la Tierra

La diferencia más significativa entre aquellos lugares donde la vida es solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta, y aquellos donde es más social, rica, agradable, justa y larga, es la situación de la mujer

Marcha en Nueva York (Estados Unidos) en 2018 para pedir la igualdad salarial entre hombres y mujeres.
Marcha en Nueva York (Estados Unidos) en 2018 para pedir la igualdad salarial entre hombres y mujeres.ALBA VIGARAY/EFE
Víctor Lapuente

El Consejo Intergaláctico te ha nombrado gobernador del planeta Tierra. No te apetece mucho. Es un mundo contaminado y caluroso, cubierto por gases de efecto invernadero. La culpa es de unos especímenes bípedos, los humanos, que se creen animales racionales, pero en su mayoría continúan dominados por líderes autoritarios. A pesar de mejoras en las últimas 40 o 50 vueltas del planeta alrededor del sol, millones de personas sufren pobreza, violencia, esclavitud y migraciones involuntarias.

¿Cuál sería tu primera medida como gobernador planetario? Pongamos que cuentas con un presupuesto generoso, pero no infinito, de varios billones de euros; y con un ejército poderoso, pero no invencible, de arcángeles blandiendo espadas flamígeras. Es decir, tienes más o menos el poder económico y militar del que gozan las democracias occidentales para influir en el mundo.

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Lo lógico es que invirtieras tus recursos en empoderar a las mujeres. Porque la diferencia más significativa entre aquellos lugares de la Tierra donde la vida es, utilizando la expresión de Hobbes, “solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta” y aquellos donde es más social, rica, agradable, justa y larga es la situación de la mujer. Como apunta The Economist, las naciones que fallan a las mujeres, fallan. Las sociedades que oprimen a las mujeres son notablemente más violentas e inestables. Como señala Christian Welzel, autor de la teoría de la emancipación evolutiva, las naciones progresan si las mujeres progresan, si son capaces de romper los lazos patriarcales que las mantienen atadas a clanes familiares. O sea, si pasan de estar subyugadas en relaciones laborales, personales o matrimoniales forzadas a elegir a su gusto con quién y cómo interactúan. Si pueden firmar todos los contratos, escritos u orales, que las afectan.

Y el margen de mejora global es gigantesco. En muchos sitios las mujeres siguen siendo un objeto de propiedad que se transmite de padres a maridos. El 20% de las mujeres del mundo se encuentran ya casadas antes de los 18 años. Y, en Occidente, las mujeres continúan padeciendo contratos invisibles (por ejemplo, en cuidados familiares) que no hubieran suscrito libremente.

Sin embargo, nuestra política doméstica e internacional apenas dedica esfuerzos a combatir estas injusticias. Así que, confiamos en ti, gobernador o gobernadora planetaria. @VictorLapuente

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