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Columna
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La Inquisición (de Vox) ha vuelto

“Bruja” no es una palabra con la que se insulte a un hombre, sino el regreso a un término dedicado a las mujeres que podían acabar en la hoguera crepitante

Los diputados de Vox Macarena Olona, José María Sánchez García y el portavoz parlamentario de la formación, Iván Espinosa de los Monteros en la sesión del martes. En vídeo, Sánchez García es expulsado del Congreso.Foto: EFE | EPV
Berna González Harbour

Interesante elección hizo el diputado de Vox José María Sánchez García, todo un juez en excedencia al que habrán respetado en su carrera secretarios, abogados, fiscales y delincuentes, al dedicar a una diputada socialista el término “bruja”. No es esa una palabra con la que se insulte a un hombre, sino el regreso a un término dedicado a las mujeres que se salían tanto del camino establecido que podían acabar en la hoguera crepitante. La historia de España está llena.

Bruja es hechicera, falsa, persona con poderes mágicos obtenidos del diablo, es la malvada de los cuentos, la mujer de aspecto repulsivo y capaz de volar en una escoba, según diversas acepciones encontradas en la RAE. Está asociado a una persona arpía, nos dice el diccionario de Fernando Corripio. En realidad, sin embargo, las brujas eran las mujeres condenadas por la Inquisición sin acusaciones terrenales, sino más inventadas que la magia que se les atribuía. Y si triunfó en España la brujería en siglos pasados, por cierto, fue por la propia lejanía que sentía el pueblo de una Iglesia católica forjada por frailes y religiosos con las panzas llenas, la vida solucionada y el poder incuestionado, lo que hizo a la población buscar soluciones más cercanas. La literatura y el arte españoles se han recreado de sobra en sus figuras e investigarlo merece la pena.

Pero sigamos en el aquí y ahora de nuestro tiempo, sin entretenernos en la Inquisición del pasado, puesto que una nueva intenta abrirse paso de la mano de Vox. En esta ocasión, los exabruptos se produjeron en el debate parlamentario sobre la propuesta para prohibir el acoso a las mujeres que acuden a interrumpir su embarazo a clínicas privadas, un escenario que se ha convertido en truculento para quienes se ven en la tesitura de hacerlo. Mujeres muchas veces en la soledad de su situación y en la dureza de su decisión se enfrentan desde hace años a personas que las increpan, las hostigan y las acosan. En Estados Unidos, el Tribunal Supremo ha dado la razón a gobiernos que han prohibido o alejado esos actos en Chicago y Pensilvania. En Francia también está limitado. Y en Londres, en algún barrio. Hacerlo en España es necesario, especialmente ahora que los enemigos de los derechos adquiridos demuestran sin velo que lo que traslucen sus palabras es la nueva Inquisición.

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@bernagharbour

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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