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Columna
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¿Hasta cuándo Bolsonaro seguirá matándonos y el mundo mirando?

La inacción de Europa ante el exterminio que promueve el presidente de Brasil contra su pueblo puede convertirse en una mancha histórica

Eliane Brum
Centenares de rosas rojas fueron "plantadas" en memoria de las 500.000 personas fallecidas por la covid-19 en Brasil este martes en la emblemática playa de Copacabana, en Río de Janeiro (Brasil).
Centenares de rosas rojas fueron "plantadas" en memoria de las 500.000 personas fallecidas por la covid-19 en Brasil este martes en la emblemática playa de Copacabana, en Río de Janeiro (Brasil).Antonio Lacerda (EFE)

Las brasileñas y los brasileños estamos siendo exterminados por Jair Messias Bolsonaro. El sábado, el número de muertos por covid-19 alcanzó el medio millón. Solo Estados Unidos ha superado esa marca, por los horrores que cometió Donald Trump. Hoy, el país que gobierna Joe Biden se recupera, con casi la mitad de la población inmunizada. Brasil tiene menos del 12% y el número de víctimas crece a una media de 2.000 muertos al día. Ante el horror, ¿qué dijo el presidente de Brasil el jueves en un directo de Facebook? Reafirmó que el contagio es “más efectivo que la vacuna” y que, mientras sea presidente, luchará “para que los buenos ciudadanos tengan un arma y no estén obligados a llevar mascarilla”.

Abrumados por el dolor y la desesperación, cientos de miles de brasileños salieron a la calle el sábado, arriesgándose a contagiarse y morir, para gritar: “¡Fuera, genocida!”. Es la segunda manifestación masiva contra Bolsonaro durante la pandemia. La elección se basó en un cálculo de riesgos: Bolsonaro es más peligroso que el virus.

Mientras el pueblo se arriesga en la calle por el bien común, la élite financiera calcula si el líder ultraderechista puede seguir dando beneficios en el poder. Como los que más mueren son “la carne más barata del mercado”, los negros y los indígenas, permanece indiferente a los cadáveres. Y el presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, sigue con sus posaderas repantingadas sobre más de 120 solicitudes de impeachment contra Bolsonaro, negociando más cargos y fondos para diputados en un chantaje explícito con dinero público.

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¿Y la comunidad internacional, que tiene un gran poder de presión en un mundo globalizado? Brasil es demasiado grande para fingir que no ve lo que sucede, como hace históricamente con países más pequeños y algunas naciones africanas. El plan de Bolsonaro de propagar el virus para obtener la “inmunidad de rebaño” está muy bien documentado. Contra la población en general, es un crimen de exterminio. Contra los indígenas, es un genocidio. Pero las comunicaciones por crímenes de lesa humanidad se remansan en la Corte Penal Internacional y las autoridades, con pose de impolutas, siguen haciendo negocios con Bolsonaro.

En un futuro muy cercano, los exponentes de la democracia europea tendrán que explicar qué hacían mientras Bolsonaro nos mataba. Pero para entonces será demasiado tarde. Que nos ahorren al menos los debates en salones ilustrados sobre por qué mueren las democracias. Si sus instrumentos no sirven para proteger a los pueblos en momentos como el que vive Brasil, no hay comunidad global ni democracia que merezca ese nombre. Vamos a descubrir cuántas muertes hacen falta para ofender las delicadas narices de los liberales.

Traducción de Meritxell Almarza

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