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Columna
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Endiosamiento

El México atropellado se encomienda a López Obrador por decente y bienintencionado, pero exagera sus capacidades como guía de un futuro de bienestar y progreso

Juan Jesús Aznárez
Elecciones Mexico
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en una imagen de archivo.Mexico presidency HANDOUT (EFE)
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Andrés Manuel López Obrador pretende que la religiosidad de su Cuarta Transformación, la vindicación del pueblo oprimido por los regímenes oligárquicos, logre la mayoría absoluta en el Congreso para acometer las reformas constitucionales y morales que le emparejen con Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Cárdenas en la orla de los próceres nacionales.

El magnetismo del presidente, aunque poderoso, pugna con las pociones mágicas de la competencia en las circunscripciones donde el partido gubernamental es débil y/o el voto se ventila a palos; batalla con el arribismo analfabeto y la gratuidad de los implantes mamarios prometida por una candidata a diputada federal, porque “una mujer con chichis a su gusto es una mujer segura y empoderada”.

La banalización del cargo público y el mercadeo del sufragio para conseguirlo en tiempos de pandemia y profundo abatimiento social admiten reflexiones metafísicas sobre la naturaleza de un electorado que pide salud, trabajo y seguridad, y recibe carnaza, incumplimientos y grandilocuencia. Como la ontología es también teología en la América Latina practicante, viene al caso el nuevo itinerario espiritual de Biografía de la Luz, de Pablo d’Ors, que anima a una introspección edificante, a perseguir nuestras potencialidades como personas para vivir mejor; después, igual encontramos a Dios en nosotros mismos. El sacerdote y escritor perdonará una digresión pagana, oportunista y política de su ensayo, solo para paladares exigentes, un paralelismo entre las expectativas generadas por el Gobierno de López Obrador y la improbabilidad de alcanzarlas.

Suponiendo que México pertenece a la cultura contemplativa del catolicismo español, en la que el acceso a la vida eterna depende de la capacidad individual para soportar los sufrimientos con resignación y pasividad, habrá que concluir que los fieles sumisos se trabajaron la eternidad desde los tiempos de la cruz y la espada. Durante siglos, les prometieron el cielo sin rescatarles del infierno de la corrupción, el crimen y la injusticia.

El México atropellado se encomienda al presidente por decente y bienintencionado, pero exagera sus capacidades como guía de un futuro de bienestar y progreso. Imagina dos vidas, la putrefacta del PRI, el PAN y las mafias palaciegas, y la sublimada, a caballo de una hegemonía parlamentaria acaudillada por el hacedor de sueños de Tabasco. “¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro?”, inquirió Juan el Bautista, que esperaba a Dios y se topó con el hombre, con Jesús de Nazaret.

La mayoría refrenda al creador de Morena, ajena a su endiosamiento y humana falibilidad. Otros ya se cayeron del guindo y profesan la espiritualidad de la contendiente de Sonora que prometió cirugía de senos, para ellas y para los hombres que necesiten reducción o turgencia. A quienes la apodan La Grosera, los manda a la chingada porque los políticos tradicionales y el aluvión de tránsfugas son bastante más obscenos que ella.

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