Como yo te amo
Era oír a Rocío Jurado soltar el chorro de miel hirviendo que salía de su gaznate y erizárseme hasta el último poro del cuerpo sin poder hacer nada al respecto
De púber la odiaba como solo odian los púberes lo que les gusta a sus padres. Con la fuerza de los mares y el ímpetu del viento con los que ella decía amar a un fulano, o fulana, a quien se le declaraba cantándole tremendo crescendo de te amos con el yo por delante que, en aquellos días, lo mismo me sacaban de quicio que me mataban de risa. La soberbia de los pocos años y la mucha tontería. Era verla en la tele, donde entonces se me antojaba omnipresente, y brotarme ronchas de vergüenza ajena. Esos vestidos torniquete, ese melenón arriba Chipiona, esos escotes abisales, esas mangas jamón cinco jotas, ese canalón de catedral gótica entre pecho y pecho, esos caderazos al aire, esa cara de estar siempre a punto del éxtasis, el artístico y el otro. Qué fatiguita me daba. Ahora, era oírla soltar el chorro de miel hirviendo que salía de su gaznate y erizárseme hasta el último poro del cuerpo sin poder hacer nada al respecto, para mi bochorno absoluto. Luego, fui creciendo y reconciliándome con el mundo, con mis padres y con ella, a quien los zarpazos de la vida, y del cáncer, ese armario del que entonces solo se salía con los pies por delante y que ella derribó llamándolo a la jeta y por su nombre, fueron domando a la fiera hasta dejarla toda piel, huesos y fuego interno. Así se fue. Ardiendo en su propia llama. Por no darle, no le dio tiempo a ejercer de jurado en concursos de talento ajeno. Ni a ver a su hija denunciar en la tele las torturas de su yerno. Ni a los suyos disputarse su legado a degüello.
Hace 15 años que murió Rocío Jurado. Quién sabe lo que pudo ser y no ha sido por faltar la matriarca del nido. De lo que estoy segura es de que, en el siglo XXII, cuando estemos todos calvos y nadie recuerde quién coño fue Antonio David Flores, otras niñatas verán a sus viejos oír Como yo te amo y se les pondrán los vellos en ele por mucho que odien admitirlo. Y eso ni se compra ni se vende.
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