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Columna
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La izquierda valle

Factura eléctrica: a los que viven bien les va a costar un dinero que no van a notar y los que viven mal van a vivir peor, tanto si ponen la lavadora de noche como si no

Manuel Jabois
Factura de la luz
Una pareja revisa sus facturas de agua, gas y electricidad.

El Gobierno ha anunciado la nueva factura eléctrica: habrá horas punta, horas llanas y horas valle (de medianoche a ocho de la mañana); el objetivo es fomentar el uso de aparatos eléctricos en horario de madrugada, fines de semana y festivos, y de este modo contaminar menos y conseguir un ahorro sensible. Planchas, secadoras, lavavajillas y lavadoras, con el correspondiente tendido, en las horas en las que las familias trabajadoras descansan, desconectan o duermen; a los que viven bien les va a costar un dinero que no van a notar y los que viven mal van a vivir peor, tanto si ponen la lavadora a la una de la mañana como si no. De ello se infieren tres patrones: 1) cuando crees que estás pidiendo poco a muchos, lo que haces es recaudar mucho a los que tienen poco y poco a los que tienen mucho; 2) cada vez hay que tener más dinero para no contaminar día a día, y los gobiernos se empeñan en cobrarnos por no hacerlo; 3) definitivamente este no es un Ejecutivo socialcomunista, como asegura la derecha (aunque en ciertas circunstancias no vendría mal).

Hay un contexto feroz en todo esto. El recibo de la luz de abril registró la subida más grande de la historia y los españoles han pagado precios que no habían pagado por la electricidad. Iberdrola y Endesa han tenido beneficios de más de 5.000 millones de euros. No se trata, ni siquiera, de que el presidente del Gobierno y sus ministros, sobre todo el de Consumo, escuchen al pueblo, sino de que se escuchen a sí mismos cuando estas cosas ocurrían con gobiernos del PP. Y que hagan cuentas de lo que se quiere recaudar a costa del español medio entre pagar por usar carreteras, pagar por planchar a las horas de día que puedes o pagar, esto es cosa de los bancos, por mantener abierta una cuenta corriente; mientras, siguen sin arreglarse problemas estructurales como la ley de vivienda y la regulación del precio del alquiler. Todo esto afecta ―empeora― la vida de las personas, pero estimula saber que para tanta gente adicta no a sus ideas sino al poder, estas medidas son defendibles: ¿cuánto de izquierdas hay que dejar de ser para apoyar a ciegas a un Gobierno de izquierdas?

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Las asociaciones de consumidores atacan la nueva factura de la luz por castigar a los hogares vulnerables

Se cumplen tres años desde que un bolso gobernó España durante unas horas felices mientras su dueña miraba al techo del Congreso pensando “pocas balas me parecen hoy” y el dueño del escaño tomaba unos whiskys muy merecidos al lado de la puerta de Alcalá, mírala. Tres años desde que Sánchez alcanzó el Gobierno; cuando por fin logró un pacto estable, cayó sobre el mundo una pandemia que amenaza ruina a miles de familias. No hay mejor momento para pedir sacrificios a quienes menos lo van a notar y no hay peor momento para exigirle a la gente que ponga el despertador a las cinco de la mañana para planchar antes de ir a un trabajo que no sabe si va a mantener.

Del mismo modo que ahora las facturas eléctricas tendrán tres franjas horarias, punta, llana y valle, este Gobierno actúa a menudo en consonancia. Se hacen concesiones a unos poderes que no son parlamentarios, se debaten entre socios leyes decisivas que tardan meses (¿años?) en aprobarse. Hay una izquierda valle que se practica más barata en horas muertas, contamina menos y reduce el gasto; es una izquierda que exige tan pocos sacrificios para serlo que, cuando quiera darse cuenta, la gente ya ha dejado de pagarle el recibo.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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