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Columna
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Gaza como modelo

No tiene sentido que la reconstrucción sirva para preparar la siguiente oleada de destrucción en nombre de la venganza

Lluís Bassets
Gaza
Varias personas pasan frente a un edificio destruido por los bombardeos en Gaza.DPA vía Europa Press (Europa Press)
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Hasta ahora lo ha sido del desastre. Un auténtico descenso a los infiernos. La epítome del fracaso político y diplomático ante todo, y luego de la ruina de cualquier vía armada, la de los unos y la de los otros.

No tiene perdón el torrente de sangre derramada, a uno y otro lado de la línea de los límites de la franja, las guerras sucesivas que se han abatido sobre sus habitantes, incluidas las que han enfrentado a facciones del mismo bando.

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Ahora todos proclaman la victoria sobre un montón de ruinas y de cadáveres. Unos porque la cuentan como el marcador de una competición siniestra, en la que se trata de superar al adversario en devastación y muerte. Otros porque han destrozado la aureola de invulnerabilidad de su enemigo hasta hacerse campeones de su propio campo y demostrar que nadie amedrenta mejor ni sacrifica con tanta diabólica generosidad las vidas de los propios seguidores.

Ese tenebroso modelo ha llegado a su límite. Repetido el mismo error una y otra vez, solo sirve para demostrar la estupidez de quienes lo cometen. Quien debe dictar las condiciones de la reconstrucción no son por tanto los que quieran servirse de ella para repetir el ciclo de violencia.

Se impone un nuevo modelo. En el que se espera de los gobernantes que inviertan bien la ayuda y la solidaridad que reciben. Dennis Ross, veterano negociador de la Casa Blanca en la región, lo ha formulado con precisión: “Hay que situar a Hamás en una posición que la obligue a escoger entre sus cohetes y el bienestar de Gaza”.

Vale también para Benjamín Netanyahu, para la enorme ayuda militar en armas y en apoyo estratégico que le proporciona Estados Unidos, y sobre todo para el apoyo diplomático y la solidaridad de quienes reconocen su legítimo derecho a defenderse. Tendrá sentido solo si termina sirviendo para reconocer los derechos civiles y políticos de todos los ciudadanos que viven entre el Jordán y el Mediterráneo, no importa si es a través de un Estado palestino, una confederación binacional o un solo Estado de ciudadanos libres e iguales. Para hacer la paz, no para repetir una y otra vez el estéril e inhumano camino de la guerra.

No se puede soplar y sorber a la vez, utilizar los materiales de la reconstrucción para preparar la siguiente oleada de destrucción en nombre de los dogmas y de la venganza. No hay que ir muy lejos, basta mirar alrededor nuestro, para comprobar que el modelo que necesita Gaza tiene validez universal.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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