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Columna
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Extravíos

Pienso en mi propio yo y me hago cargo de lo que significaría no regresar tras uno de mis extravíos mentales.

Juan José Millás
Las fotos de los tripulantes del submarino indonesio desaparecido se exhiben en una base militar.
Las fotos de los tripulantes del submarino indonesio desaparecido se exhiben en una base militar.Indonesian Presidential Palace (Reuters)

Se dio la extraña circunstancia de que el mismo día que saltó la noticia del submarino perdido en Indonesia, con 53 tripulantes a bordo, yo me encontraba en una residencia de ancianos, visitando a un amigo que había desaparecido dentro sí mismo y a cuyo yo dábamos también por perdido. Ahí estaba su cuerpo, como un océano de profundidades inalcanzables. Cuando naufraga un submarino, las autoridades permanecen atentas a la superficie del mar, por si surgiera al exterior de súbito una colchoneta, una silla, un útil de cocina que sirviera para identificar el lugar del siniestro. Así yo observaba los ojos del anciano por si apareciera flotando en ellos rastro alguno de lo que fue, pero se encontraban vacíos. Miraban sin ver.

Me produjo vértigo comprobar las profundidades abisales de las que estamos constituidos y por las que, no sin precauciones, navegamos en las exploraciones psíquicas a las que algunos nos sometemos. La conciencia es lo más parecido a una de esas fosas marinas a las que es preciso descender en batiscafo. Aun así, las presiones allá abajo son de tal naturaleza que cada poco hay que ascender y someterse a procesos de despresurización antes de abandonar el sumergible. Hay gente que se ha perdido dentro de sí y que ha vuelto, pero no cuentan mucho porque debe de tratarse de una experiencia atroz. Lo normal, creo, es que no se termine de regresar del todo.

Las autoridades indonesias hallaron finalmente el submarino a 800 metros. En el momento de escribir estas líneas, nada se sabe de la tripulación. Nada se sabe tampoco del tripulante del cuerpo amigo al que me referí en las primeras líneas. Pienso en mi propio yo y me hago cargo de lo que significaría no regresar tras uno de mis extravíos mentales.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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