Sigo vivo
La vida va de explicarle incesantemente al Estado ultraliberal que sigo aquí, no vaya a ser que me beneficie de alguna prestación negada a los muertos
La vida de qué va. Esto es lo que me pregunto mientras recopilo facturas para la declaración de Hacienda de este año. La vida de qué va. ¿Va del IRPF, del IBI, del IVA, del IP, del DNI, del ISD, de la ITV? La vida se está quedando reducida al conjunto de siglas con las que nos relacionamos con el Estado neoliberal bajo cuya supuesta protección vivimos. ¿La vida va de esto? ¿La vida va de llevar el coche al taller y de pedir la vez en la cola de la casquería? ¿La vida va de vigilar los estertores de la nevera, que está al borde de la obsolescencia, pobre? ¿La vida va de buscar los productos de oferta en el supermercado?
La vida de qué va.
¿La vida va de reunir puntos en la gasolinera para que cada cuatro semanas te salga un litro gratis? ¿Va de estar cambiando de Movistar a Vodafone y de Vodafone a Yoigo de forma compulsiva para ahorrarse unos céntimos en cada viaje? ¿La vida va de empeñarse hasta las cejas para comprarse un coche eléctrico en beneficio del ecosistema? ¿Va de reciclar el plástico infinito? ¿La vida va de embrutecerse con toda la basura que emite la tele durante las 24 horas del día los 365 días del año?
La vida de qué va.
Uno creía que la vida iba de leer a Dostoievski y a Maupassant y a Dante, y de recitar a Lope de Vega y de estudiar a Platón y a Aristóteles. Uno creía que la vida iba de aprender latín y griego: de hacerse con una cultura, en fin. Pero el banco me acaba de notificar que he de acudir a sus oficinas para que escaneen mi DNI, recién renovado, y demostrar que sigo vivo a efectos administrativos.
La vida de qué va.
La vida va de explicarle incesantemente al Estado ultraliberal que sigo vivo, no vaya a ser que me beneficie de alguna prestación negada a los muertos.
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