Instinto caníbal en la derecha
De lo que ocurra en los próximos días en la Asamblea de Madrid pueden depender el mapa y las dinámicas políticas de los próximos años
La reorganización de la derecha —que se inició con la aparición de Ciudadanos en el escenario nacional, la decadencia de un PP acorralado por la corrupción y la irrupción de la ultraderecha como una escisión de los propios “populares” que ha ido mutando hasta cobrar vida propia— está en un punto de inflexión. Podrá pensarse que se trata de la onda expansiva de las elecciones catalanas, pero estas no hicieron sino confirmar tendencias que venían de más atrás. Dividida por vez primera en decenios, la derecha es víctima de su propio instinto caníbal.
Inés Arrimadas acierta al leer la debacle electoral de su formación naranja —confirmada recientemente en Cataluña— como la consecuencia de haber abandonado su vocación de partido bisagra tras las elecciones del 28 de abril de 2019, pero olvida que los giros bruscos suelen quebrar la nave, por lo que los cambios hay que hacerlos de forma paulatina, midiendo el ritmo y sobre todo, explicando su sentido. En política, como en la vida, el paso del tiempo es inexorable y no es posible volver atrás como si nada hubiera pasado. Las decisiones tienen consecuencias. Tras las actuales mociones de censura acordadas en la Región de Murcia y Castilla y León, cabe suponer que los naranjas mantendrían algo de poder institucional, al menos durante los próximos dos años, periodo en el que habrán de esforzarse en explicar su decisión.
Para los populares la crisis tiene una vertiente externa, la derivada de la pérdida de la exclusividad en el espacio conservador, y otra interna, la del liderazgo de Casado. El golpe en la mesa de Díaz Ayuso con el intento de convocar elecciones, sabedora de su posición de ventaja en las encuestas, refuerza su aspiración de lideresa bien asesorada.
En el lado progresista esta operación en cadena —planificada o no— puede hacer cambiar de color comunidades autónomas y municipios, que virando del azul al rojo con las concesiones oportunas a los naranjas, daría a los socialistas no solo el gobierno de estas plazas, sino también un aliado de recambio para engrasar mejor la geometría variable de los pactos en el Congreso cuando el socio actual, Unidas Podemos, ponga el acuerdo excesivamente caro.
De lo que ocurra en los próximos días en la Asamblea de Madrid pueden depender el mapa y las dinámicas políticas de los próximos años. Si la moción de censura prospera, la alianza entre Ciudadanos y PSOE se asentará y la dinámica de acuerdos podrá extenderse a multitud de instituciones, Congreso de los Diputados incluido. Si finalmente los madrileños y las madrileñas tuvieran que acudir a las urnas, el mapa de la derecha sufriría un terremoto de notables repercusiones tanto en el reparto de espacios entre los tres partidos, como de liderazgo en el interior de cada uno de ellos. Ciudadanos podría ser la clave que decantara todo, pero para eso necesitaría superar la barrera del 5% de votos que marca la ley, algo que no es evidente.
El PP se asoma al balcón de la todavía sede de Génova y hace mudanza en plenas tribulaciones, Ciudadanos lanza lo que puede ser su último órdago a la desesperada o su reposicionamiento redentor y la ultraderecha jalea desde la barrera ansiosa por galopar a lomos de la antipolítica.
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