_
_
_
_
COLUMNA
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El abuelo tiene un plan

Igual que el virus precisa de organismos predispuestos a infectarse, la economía mundial necesita a los ciudadanos en modo comprador

David Trueba
Joe Biden
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en la Casa Blanca.TOM BRENNER (Reuters)

El presidente Joe Biden ha lanzado un plan de estímulo económico para salvar a Estados Unidos del desastre de la pandemia. Los detalles aún están por estudiar, pero en la visión de conjunto se atisba un modelo de resistencia que propone aguantar los meses más duros de bloqueo con ayudas personales y familiares. Tendrán que reescribirse muchos libros de economía para contarnos lo que está pasando, aún es pronto. Conoceremos los efectos en ese margen de futuro inmediato que nos permite un presentismo exacerbado, en el que mañana es lo más tarde que alcanzamos a ver. Lo que está claro es que el mercado acaba de confesar que no es omnipotente, pues necesita de las personas para existir. En resumidas cuentas, la biología se apunta un triunfo inesperado. Los que creían que estaba superada la amenaza vital, los que aguardaban un plácido fin de la historia tendrán que esperar. El género humano ha venido para quedarse, con sus contradicciones, sus chapuzas y su maravillosa debilidad. El mosquito, la cucaracha y el chinche nos recuerdan que el mamut y el dinosaurio pueden parecer enormes y poderosos, pero su longevidad no responde al tamaño.

Es algo tan brutal como contarle a un cineasta español de hace 30 años que vería una gala de los Goya en la que Robert De Niro, Dustin Hoffman y Glenn Close se solidarizarían con nuestra industria. Dedicarse al cine español ha significado siempre asumir una rareza, una especie de fantasía de resistencia aprendida en los cómics de Astérix. Y ahora resulta que estamos todos en el mismo barco, después de años de colonización, marginación y abuso de posición dominante. Como predecíamos, de seguir la economía depredadora por su camino, asistiríamos al derrumbe de todo, con El Corte Inglés en cabeza, frente al dominio monopolístico de gigantes como Amazon o Google. Lo que logró el sábado noche la agenda de Antonio Banderas no lo habían logrado ni los gobiernos mejor intencionados, porque significa el derecho a existir. En la nueva economía que deja detrás la pandemia del coronavirus vamos a asistir a un acontecimiento parecido. Los todopoderosos han de ver que su supervivencia depende de un cierto equilibrio ecológico.

Todos los intentos por regular el mercado han obtenido siempre un mismo resultado. Si proteges los alquileres, los rentistas se retraen. Si penalizas a las eléctricas, el recibo se infla de tasas y añadidos. Si conminas a los bancos a limitar sus beneficios, extraen de sus préstamos una mayor cucharada. Y si aplicas un gravamen a Amazon o Google vemos lo que ha pasado, que el primero aplica a los productores una tasa en compensación y el segundo fija un porcentaje mayor a sus anunciantes. Lo que necesitábamos era una declaración de amor del perro a la pulga. Y esta ha llegado. Nadie pervive sin su clientela, ningún negocio es más fuerte que sus consumidores. Solo nos faltaba que lo dijeran en voz alta. Igual que el virus precisa de organismos predispuestos a infectarse, la economía mundial necesita a los ciudadanos en modo comprador. Ha llegado la hora en que los fuertes les dicen a los débiles que sin ellos no son nada. Y quizá es el momento en que el dinero, dios contemporáneo, reconoce que no es nada sin las manos y los bolsillos de esos seres diminutos que lo transportan e intercambian.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_