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COLUMNA
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Espacios de debate seguros

Esta situación excepcional y el fondo europeo de recuperación, excepcional, requieren formas de gestión también excepcionales, pero eso no tiene por qué significar discrecionalidad ni mecanismos ajenos a los controles

Cristina Monge
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se dirige al líder del PP, Pablo Casado, en el Congreso, el pasado miércoles.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se dirige al líder del PP, Pablo Casado, en el Congreso, el pasado miércoles.Andrea Comas

Sin apenas trasvase de votos, el bibloquismo define el mapa de la política, con miradas de reojo y competiciones explícitas entre los integrantes de ambos bandos. La izquierda dirime buena parte de sus cuitas en el Consejo de Ministros disputando banderas moradas, verdes y rojas. Ecologismo, feminismo y derechos sociales y laborales son terreno en disputa. La derecha, por su parte, discute qué quiere ser de mayor. Hay quien se pregunta qué sentido tiene el PP si no es el de aunar al conjunto de los conservadores, pero hoy esa unidad pasaría por hablar con Vox casi de igual a igual. En este escenario, nadie lo tiene fácil. Todos han de decidir entre alternativas que encierran riesgos. Con un ojo en la demoscopia, otro en los líos internos y el imprescindible olfato, habrán de ir tomando decisiones. La lógica es la de la competición, sin contemplaciones. Dentro de cada bloque, lo que pierden unos lo ganan otros. Mientras tanto, el país cuenta los muertos de covid por decenas de miles y los que quieren trabajar y no pueden, por millones. Afortunadamente Europa ha leído los errores de la gestión de la crisis de 2008 y parece dispuesta de momento a enmendarlos con una intervención decidida a modernizar la economía, entendiendo por tal la digitalización y la economía sostenible. Una inyección de fondos con intenciones transformadoras que recuerda al New Deal de Roosevelt, al que ahora antecede el término verde. Esta transición no será fácil, como ninguna lo es, y tendrá sus víctimas. Para poder minimizarlas es vital que los fondos europeos de recuperación no queden enmarañados en las peleas de recomposición del mapa político.

El escándalo con el que el Partido Popular anunció un supuesto informe “demoledor” del Consejo de Estado al decreto que regula la gestión de los fondos europeos se ha desvanecido al conocer su contenido. Más allá de las mejoras que propone, como hacen informes similares, lo que sí ha puesto en evidencia es el enorme riesgo de que la bronca política impida aprovechar esos recursos. Por parte de la oposición, creando una alarma que no es tal, y por parte del Gobierno, no siendo todo lo exquisito y riguroso con la transparencia debida.

Esta situación excepcional y estos fondos excepcionales requieren formas de gestión excepcionales, pero no tiene por qué significar discrecionalidad ni mecanismos ajenos a los controles. Al revés, debería suponer la creación de espacios de debate seguros donde las contradicciones y los costes de la transición se puedan discutir reconociendo al diferente, desde principios deliberativos de respeto mutuo y el compromiso con la búsqueda de soluciones. Y aprovechar para que la transición lo sea también a una Administración Pública ágil, eficaz, dispuesta a gestionar la complejidad actuando como activadora de relaciones entre todas las capacidades existentes. Estado relacional se llama. La economista Mariana Mazzucato añade: y emprendedor.

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Sobre la firma

Cristina Monge
Imparte clases de sociología en la Universidad de Zaragoza e investiga los retos de la calidad de la democracia y la gobernanza para la transición ecológica. Analista política en EL PAÍS, es autora, entre otros, de 15M: Un movimiento político para democratizar la sociedad y co-editora de la colección “Más cultura política, más democracia”.

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